NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
Ha llegado la hora de las urnas. Toca ahora escuchar su mensaje tras una campaña atravesada por la violencia y que regresó el reloj político al pasado, próximo o remoto, como si la oferta de futuro estuviera en ganar el recuerdo. Es una gran paradoja que la disputa del voto a favor o antiLópez Obrador apueste a demostrar qué regresión es más peor para el porvenir. ¿Qué pasado será más odioso para el electorado entre la corrupción de los gobiernos neoliberales anteriores o el regreso hasta el populismo autoritario de los 70? El voto de la nostalgia es otro síntoma de agotamiento del sistema de partidos como plátano desecado al sol de su visión de futuro.
No obstante, han pedido el voto como si el destino de la democracia y el país estuviera en vilo, sin otra oferta que evitar el “despeñadero” de la oferta incumplida de modernización o tumbar la esperanza en el cambio con la decepción autoritaria. ¿Cuál temor será mayor? ¿Quién ganará la memoria? Hasta las denuncias de fraude de los últimos 30 años han vuelto a primer plano, aunque ahora de la mano del gobierno. La disyuntiva no es prometedora, así que probablemente el tablero político se mantenga igual entre fieles a sus recuerdos del pasado menos malo.
La responsabilidad está en manos de la ciudadanía, que ha dado señales de cambios respecto al quehacer político, candidatos y partidos. Su mensaje en la última elección Presidencial fue el castigo a la corrupción gubernamental y el status quo de los viejos partidos. Aunque el triunfo abrumador del discurso rupturista del Presidente no se tradujo en confianza en Morena, que comparte con los otros el pozo de la credibilidad ciudadana. En contraste, se mantiene el apoyo a candidatos locales con narrativas propias y al liderazgo de López Obrador, con más del 60% de aprobación, a pesar del desgaste de la pandemia y la recesión económica. La oposición confía en que sea un referéndum a su gobierno y decante un voto que debilite su mayoría en el Congreso, aunque no aparezca en la boleta y el crimen ya la haya cruzado.
Pero la lucha electoral tiene lógicas distintas en las 15 estatales y el Congreso federal, lo que demuestra que el país no cabe en la disputa de sí o no a AMLO. Por eso el error de la oposición de reducirla al temor al regreso a los 70 para complacer a las élites, cuando más del 30 por ciento del electorado con menos de 29 años no recuerda esa época, pero sí tiene presente la corrupción del pasado reciente, como cada día les recuerda el Presidente. Si Morena retrocede en el Congreso será por el desgaste del gobierno y sus pocos resultados respecto a una oferta de futuro alejada del rencor y el agravio. La oposición difícilmente puede esperar avanzar si desperdició tres años sin autocrítica ni renovación de direcciones partidistas esclerotizadas y ancladas en el pasado. No ha sabido cómo evitar el cierre de caminos a la política.
Pero también se equivocaría el Presidente si lee un triunfo de Morena como consolidación de su proyecto, aunque la mayoría le permita conservar el control de los presupuestos para manejar a discreción sus programas. Su partido se impondría sin despejar la gran interrogante de qué quiere en el futuro: ¿su modelo es un hiperpresidencialismo con reminiscencias neoestatistas para un nuevo orden social? El acta de defunción al neoliberalismo o la crítica al pasado perverso ya no alcanzan para explicar cómo y con qué sustituirá al viejo sistema, aunque repita que la 4T es imparable.
Aunque al gobierno de López Obrador le queda cuerda para tirar del bono democrático de 2018, la elección marca el fin del tiempo de gobernar con el escudo del diagnóstico del pasado y la urgencia por demostrar la autenticidad de su retórica de cambio. El mayor riesgo de un resultado holgado es que se sienta libre de actuar por su cuenta y sin necesidad de acordar con sus “enemigos”. La confrontación con el pasado ya no da para empujar un proyecto ambiguo e incierto que se resuelva en excesos de un presidencialismo que reste viabilidad a la política democrática. Pero no se asuste con el discurso del miedo o la nostalgia, ¡vaya a votar!