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La concentración en defensa de la democracia y aun, cuando no se admita en favor de Xóchitl Gálvez, con el pletórico Zócalo y las abigarradas calles adyacentes como enorme muestra y mayor desafío al oficialismo, se vio enmarcada con dos elementos significativos por parte del poder público: el Palacio Nacional amurallado y una asta bandera vacía en el centro de la plaza.
Los soldados de la Primera Zona Militar no la izaron por la mañana, obviamente por orden superior. Los defensores de la democracia no merecieron su presencia, ni su sombra.
Pero por encima de esos detalles y la ausencia del presidente de la República del edificio donde habita (suele ir de gira promocional los fines de semana), lo importante fue la masiva concurrencia en esta y otras ciudades del país, y el ejercicio de la ciudadanía como derecho y condición.
La multitud, obviamente, habla con su enormidad.
La presencia es un discurso en sí misma. No necesita oradores, aunque no sea por demás una voz representativa. En ese sentido, como en anterior ocasión, un ex presidente del Instituto Nacional Electoral habló en defensa de la democracia. Antes fue Woldenberg; ahora Lorenzo Córdova:
“… está en riesgo también nuestra Constitución, es decir, la expresión del arreglo político que nos permite sentirnos, sin excepciones, parte de la Nación…
“Desde hace algunos años se ha pretendido dividir a la sociedad entre quienes son parte del pueblo y quienes son sus enemigos, como si el pueblo no fuéramos todas y todos nosotros, como si en México sólo unos tuvieran cabida y los otros salieran sobrando. Esa polarización que divide al mundo entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, no sólo es falsa y artificial, sino que es profundamente autoritaria. La sociedad mexicana no puede dividirse en blanco y negro…”
Mexicanos con bandera; mexicanos sin bandera.
Eulalia
Ayer hubo un error garrafal en esta columna (¿uno?, dijo el otro).
Se escribió sobre el centenario del falso hallazgo arqueológico de Eulalia Guzmán y los restos de Cuauhtémoc en Ixcateopan. Fue una pifia. La arqueóloga dio a conocer su trabajo en el año 1949 del siglo pasado.
Años después (1976) una comisión revisó sus excavaciones. Este fue su dictamen:
“Primero. Que los restos óseos pertenecen a ocho individuos y provienen de distintas épocas y diversas formas de enterramiento.
“Segundo. Que la joven mestiza adulta cuyos restos faciales y piezas dentarias forman parte del hallazgo de Ixcateopan no pudo haber sido enterrada en 1529.
“Tercero. Que el entierro no pudo haberse realizado bajo el altar mayor de Santa María de la Asunción en 1529, ya que existió una primera iglesia en otro sitio de Ixcateopan y la construcción del templo actual no se inició hasta 1550, cuando muy temprano.
“Cuarto. Que la tradición oral no arranca del siglo XVI y que en su forma actual se conoce únicamente a partir de 1949.
“Quinto. Que todos los documentos –tanto los que dieron origen al hallazgo como los presentados posteriormente– son apócrifos y fueron elaborados después de 1917.
“Sexto. Que si bien la manufactura de la placa ovalada puede fecharse en el siglo XVI, las características de la inscripción que contiene corresponden a una escritura reciente.
“Séptimo. Que las demás conclusiones de los estudios realizados no sólo no contradicen sino en su gran mayoría apoyan los puntos anteriormente señalados.
“La Comisión para la Revisión y Nuevos Estudios de los Hallazgos de Ixcateopan emite este dictamen final:
“No hay base científica para afirmar que los restos hallados el 26 de septiembre de 1949 en la iglesia de Santa María de la Asunción, Ixcateopan; Guerrero, sean los restos de Cuauhtémoc, último señor de los mexicas y heroico defensor de México-Tenochtitlan”.
Echeverría dijo con la omnisciente autoridad presidencial: para mí, como mexicano, estos son los restos de Cuauhtémoc. Sanseacabó. Así dirán de Don Cata, si no pa’ qué.