NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
El gobierno mexicano lo que pide de la elección en EU es que de las urnas no salga una caja de sorpresas en que todo cabe. Colocar esa pretensión en el centro de la diplomacia es un reconocimiento de la amenaza de remolinos perturbadores para la relación bilateral y de un potencial impacto desestabilizador en que lo inesperado es posible. Como con esas cajitas con muelle que arrojan sorpresas mientras salta el muñeco, la expectación por un triunfo de Trump es enorme para la estabilidad mundial. Puede salir cualquier ganador, por lo cerrado de la competencia con Harris; incluso una crisis poselectoral que el republicano agita con denuncias anticipadas de fraude, como las que acabaron con la toma del Capitolio. Y para México, por la amenaza del proteccionismo de Trump; aunque una victoria de Harris también sería un reto para el frágil liderazgo del gobierno de Sheinbaum.
¿Qué viene? Lo primordial es que el gobierno no ignore la gravedad de los peligros que se avecinan con el cambio en la Casa Blanca, dado que, como dice la voz popular, en política no hay sorpresas, sino sorprendidos. Hace ocho años, Trump pilló al mundo con la irrupción de un outsider disruptivo de la política tradicional y poco previsible, aunque ahora el ruido de su retórica violenta y xenófoba es más conocido. Desde entonces, también se han extendido los liderazgos rupturistas de los protocolos, las pautas y las reglas, como forma de reforzar su popularidad; a los que gusta dar sorpresas.
Todo es posible en América, como cantaba Rita Moreno en West Side Story, por cierto, puertorriqueña, a los que se tilda de “basura” en los mítines de Trump. Es todo lo contrario al deseo de la Cancillería de asirse a todo lo factible para reducir la sorpresa. Un terreno de desafíos para la previsibilidad del gobierno de Sheinbaum, que reclama una íntima asociación del orden y el equilibrio institucional. Pero la cuestión, más allá de deseos, es cómo enfrentar y que tan preparados están para los escenarios más imprevisibles en la revisión del T-MEC, la vuelta de los aranceles o deportaciones masivas de migrantes, que descalabrarían el PIB o propiciarían una caída del peso o las remesas. Se equivocarían si detrás de su petición de evitar sorpresas subestimaran amenazas o menospreciaran los peores escenarios con la idea de que, en el fondo, el bloque de Norteamérica es un ganar-ganar con saldos favorables para los tres países.
Además, las consecuencias de una mala lectura de riesgos darían municiones a opositores y críticos internos para torpedear al gobierno; que esperan que EU imponga límites a las políticas de la 4T, con la estúpida idea de creer que cuanto peor le vaya será mejor para el país. Por eso, la confrontación entre Poderes de la República en que está sumido el país es el mayor factor de debilidad frente al vendaval que se avecina. Lo más importante ante las amenazas externas es la cohesión y la unidad para poder reaccionar con agilidad de manera conjunta. El consenso interno y la adhesión serán imprescindibles para afrontar problemas tan explosivos como la migración o la política antidroga, la revisión del T-MEC o el proteccionismo, que pueden agudizar el desacuerdo político o derivar en una crisis económica que debilite el liderazgo de Sheinbaum, a pesar de su enorme poder.
El protocolo diplomático ayuda a una relación institucional ordenada, pero difícilmente pone a salvo de sorpresas, como dejó claro la captura de El Mayo sin informar al gobierno mexicano. Puede ser un anticipo de la actuación de Trump, poco institucional y proclive a las sorpresas para mantener a su público entusiasmado y sin aliento. Harris, por el contrario, parece una política que no gusta de sorprender. Como ha recordado, votó contra el T-MEC, pero de ella también sorprende el giro hacia la derecha de los demócratas en comercio y migración, espoloneados por la derecha de Trump. Aunque sus formas son diferentes, tampoco deberá sorprender a nadie que de la caja de su gobierno salgan ácidas sonrisas.
El gobierno confía en su análisis de riesgos y pinta “líneas rojas” al “muro” o la condición de “tercer país seguro” para la migración; menos poner en juego la soberanía nacional en la política antinarcóticos, pero para Sheinbaum será más difícil tratar con Trump que como fue para López Obrador.