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El mensaje más poderoso de la elección es la distancia abismal con la reforma judicial, a pesar de encumbrar la voluntad popular para suturar esa brecha. Se impuso la lejanía de los ciudadanos a una invitación formal a participar en un proceso ajeno e incomprensible para las mayorías que suele exhibir Morena, a las que esta vez no consiguió movilizar para validar el experimento en las urnas.

Con el pueblo “hemos topado, Sancho”, como paradoja de la frustración de la 4T de legitimar su plan de remodelar el rostro de la justicia con los votos. Los inconvenientes que expliquen la sequía de las urnas no son sólo el viaje inexplorado y oscuro de la elección, sino la desconexión de las mayorías con autoridades y liderazgos políticos; a pesar de la popularidad y el impulso de Claudia Sheinbaum con la fuerza de su triunfo arrollador de hace un año. ¿Qué falló de la movilización?

Se puede atribuir a fallas de Andrés López Beltrán en el aparato de organización morenista, a ineficacias de sus gobernadores, inacción del socio Verde y falta de presupuesto. Pero la ausencia de cerca de 9 de cada 10 mexicanos en las urnas es señal de escaso interés por una justicia formalista y excluyente, que pasa por alto el castigo a casi la totalidad de los delitos. Y del desengaño de una ciudadanía que no hizo eco a llamados grandilocuentes del cambio histórico de la justicia, cuando la mayoría desconocía que se iba a votar a los candidatos, y una votación abigarrada y confusa como las múltiples boletas para sufragar; un viaje a lo desconocido que no entusiasma para superar el obstáculo de la desconfianza ante una restauración del rostro del aparato judicial bajo el dominio de un partido político.

La participación ha sido el terreno de la batalla. Del escaso respaldo social con una votación de apenas 13% de los ciudadanos puede leerse que no convenció el argumento de desterrar privilegios, corrupción y la negociación de la ley del actual sistema, como prometía el gobierno y Morena; la gente no parece confiar en que así puedan lograrse los objetivos de la reforma. Pero no porque creyera las críticas de sus detractores por la destrucción de la democracia y la división de poderes, sino por el mayor peligro de descreer que el cambio ponga en el centro su derecho a la justicia y la inclusión de pueblos del país intercultural que mató a la de hace tres décadas de Ernesto Zedillo.

Por esa razón, la bocanada de aire fresco es la llegada fuera de guion de un abogado indígena de origen mixteco, Hugo Aguilar, a la presidencia de la Corte, con una trayectoria de 30 años de caminar con las comunidades de Oaxaca en conflictos agrarios tan distantes como él de una de las instituciones más exclusivas del país. Como símbolo de inclusión de mayorías alejadas de una procuración formal e inaccesible, sorprendió a las ministras “ungidas” de Morena para el cargo con el voto de las zonas más rezagadas y pobres del sureste. En efecto, el suyo fue un caso emblemático fuera de los acordeones que prefiguraron el resultado; y de que se valieron todos los partidos para inducir la decisión.

El dato no es menor. Su caso explica las fallas del voto corporativo y del acarreo que exaltaron los opositores para desacreditar la elección mientras cometían el error de marginarse del ejercicio en otra muestra de su extravío; pero, sobre todo, de síntomas de desgaste del poder de movilización y de desvinculación con el pueblo. Baste comparar la participación con el revocatorio de mandato de 2022, cuando salió a votar 16.5% de los mexicanos en una elección sin tanta reforma ni una justificación tan trascendente como devolver al pueblo el derecho a la justicia.

El resultado no fue un éxito para Sheinbaum porque ni su fuerte mandato ni su alta popularidad lograron traducirse en entusiasmo por los comicios, aunque permita a la 4T alzarse con la victoria sobre el último reducto del conservadurismo y bloqueo a sus iniciativas; ya no habrá confrontación con el Ejecutivo. Pero menos aún para la oposición, que nuevamente tomó el camino errado de llamar a no participar en una estrategia que aquí siempre orilla a resistencias marginales.

En conclusión, otra oportunidad perdida para la justicia que, como el Quijote con la Iglesia, topó con la recolonización judicial, ahora con la guinda de Morena.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de LINEAPOLITICA