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La agresividad parecería estar a todo lo que da. ¿A qué se deberá?

Los delincuentes asaltan en plena calle, a la luz del día sin que nadie los detenga. No importa el lugar, ni la ciudad, ni país. La violencia parecería también que pertenece a la era de la globalización. Es la era de la imitación no solo de lo bueno y positivo sino también de lo malo, de lo negativo.

Lo observamos en los hogares, en centros escolares, en grupos sociales, laborales. Las relaciones humanas se han complicado porque al respecto, especialmente, pareciera que lo mandamos de vacaciones o peor aún, lo jubilamos.

Las cámaras instaladas en vías de comunicación de ciudades grandes, o bien estratégicos y los drones utilizados nos muestran la cara nada amable de la agresividad que llega a la violencia extrema.

No es el simple robo –que de todos modos puede ser considerado violento- que sufre un ciudadano en el trayecto a su centro de trabajo o estudios, sino el grado de agresividad que se emplea al ser asaltado.

Se podrán hacer reformas a los códigos para frenar la violencia. Se propondrán nuevas leyes, pero la solución no está ahí. Existen leyes, lo que ha faltado es que se apliquen correctamente. Que haya realmente voluntad para que los delincuentes permanezcan en las cárceles y paguen por lo que hicieron.

Cuántas veces hemos conocido a través de los noticieros, casos de hampones que son detenidos por robo o por otros delitos y andan sueltos. Muchas veces, sin duda. Por eso, por las ocasiones que burlan la justicia es que el delincuente se ríe de los ciudadanos y de las autoridades.

Sabe perfectamente que de la manera que ingresa al penal así saldrá. Está consciente que la ley no lo alcanzará y por supuesto, la justicia, menos.

Los ciudadanos nos sentimos decepcionados al ver tanto delincuente en las calles. Al ver tantos ataques violentos, nos damos cuenta de la realidad que viven nuestras ciudades y por supuesto el mundo.

La maldad se ha propagado de una manera alarmante. Nadie respeta a nadie.

Cuando las autoridades informan que las estadísticas de delitos han disminuido no corresponde a la realidad. Quizás lo que ha disminuido son las quejas y las denuncias.

Eso sí es más creíble. Y no se denuncia por temor a represalias por parte del delincuente o su familia, ya que mientras se dan las averiguaciones, pasan meses dejando a la víctima desprotegida.

Pérdida de tiempo, de recursos; de protección a la gente de bien, al ciudadano responsable.

Sorprende tanta agresividad y no es para menos. Al no poder controlar las autoridades a los agresores, no están dejando otra opción a los ciudadanos más que defenderse con lo que puedan y como puedan.

Si se hubiera actuado con energía en un principio, se hubiera evitado caer en el desorden. Los ciudadanos confiaríamos en las autoridades y no se vería tantos problemas sociales, como los que ya existen.

Hay que retomar el rumbo; nunca será demasiado tarde para recuperar la tranquilidad en nuestra comunidad.

Nuestros gobernantes deben tener más cuidado en elegir a los funcionarios que serán los encargados de manejar la seguridad en nuestras ciudades, que cumplan con el perfil adecuado y no dejar llevarse por el compromiso del amiguismo o el compadrazgo.