Número cero/ EXCELSIOR
Al calor del espectáculo, los debates parecen decisivos de las campañas, aunque sea casi imposible contrastar argumentos entre fajadores trenzados en ataques. La idea de que ganan una elección es sobrevalorada, aunque sirven para probar resistencia de los punteros y evitar caídas costosas. Las elecciones se ganan con estrategia, no en los debates. ¿Cuáles son las decisiones clave al cierre de la campaña?
Evidentemente, el foco de atención está en la Presidencia por la lucha entre dos visiones encontradas de país; y en estados en que la oposición, dentro de esa polarización, cree poder arrebatar a Morena bajo el influjo de encuestas que modulan expectativas, muchas veces al mejor postor. Pero también por ser escenario de decisiones importantes para el éxito de la estrategia, como la CDMX y otras plazas con los mayores padrones del país. Si los debates no deciden elecciones, en cambio, son escaparate de sus planes. De rounds memorables apenas se retienen gestos como aquel de López Obrador de cuidar la billetera en 2018 o el “churro” de mota de Chertorivski en la CDMX; pero dejan evaluar objetivos y tácticas del ajedrez de la campaña. Es el caso de la presidencial y de su íntima conexión con la CDMX, como la patria chica de la 4T y primera versión de un gobierno de Sheinbaum. También donde el bloque opositor carga sus baterías para compensar una eventual derrota de Xóchitl y dejar una espina encapsulada en el corazón morenista.
Así las cosas, lo que dejó ver el último debate en la CDMX fue la estrategia de continuidad de Morena y los problemas del plan opositor, como luego enseñaría otro debate, el de la declinación por Xóchitl. El llamado a MC a sumarse a su candidatura como última carta de salvación refleja que su estrategia hace agua porque el voto antimorena no le alcanza para ganar. Y que, lejos de ello, acabó por confrontarlos más.
El objetivo de Clara Brugada es ganar con una oferta de continuidad de la 4T y que, como todo proyecto, se sostiene no sólo en un liderazgo, sino también en un equipo y una perspectiva común. Su cometido fue mostrar que camina codo a codo con Sheinbaum y, como ella, por los trazos de López Obrador. No sólo se mostró serena y, como puntera, resistió embates, sino que de igual forma destacó la unión con la suma de Ebrard, Harfuch y Godoy como asesores para subrayar ese mensaje. En esa línea, antes había trabajado sinergias y una decena de actos en la ciudad de la mano de Sheinbaum para disipar la idea de distanciamiento por fricciones de su candidatura; y cerró el debate con un llamado al voto masivo por las dos, como signo de unidad hacia las urnas.
Por el contrario, Taboada se abstrajo de la estrategia opositora de presentarse como un frente unido y optó por encerrarse en su feudo panista de menos de medio millón de habitantes, como si compitiera separado de sus históricos adversarios del PRI y del PRD, por los que puros del PAN nunca habrían votado, aunque hoy caminan por primera vez juntos en la CDMX. Aislado, también evitó mayor referencia a Xóchitl que la marcha de la Marea Rosa, aunque la estrategia indicaría que colgarse de ella le podría dar puntos. Su llamado es a repetir la elección de 2021, en que el PAN fue solo en la ciudad, aunque las condiciones hoy son distintas.
El problema de origen de la estrategia del frente es atender más a la sobrevivencia de las cúpulas partidistas que a un proyecto e identidad común. Sus cálculos en la CDMX fueron muy simples, si en 2018 hubiesen ido unidos, casi habrían empatado con Sheinbaum, y antes, ganado a Ebrard y a López Obrador. Sin ir más lejos, la campaña panista replica programas de gobiernos anteriores, como le recordó Ebrard sobre su plan de seguridad; pero Xóchitl tampoco tiene un perfil definido más allá de envolverse en el membrete de “candidatura ciudadana” y evocar también programas de gobiernos anteriores, junto con un vago discurso de defensa de la democracia que enarbola una coalición amorfa y sin identidad.
Prueba de ello es que la única salida que vislumbran para abrirse oportunidades en las urnas es lograr que alguien decline, aunque la estrategia del bloque antimorena no ha conseguido los objetivos que esperaban. El problema es la estrategia, ¡estúpido!, para parafrasear la socorrida frase de la campaña de Clinton.