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La subsecretaria de Educación Básica, Angélica Noemí Juárez Pérez, informó que este 5 de septiembre la Bandera de México se izará por primera vez a toda asta para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres Indígenas, gracias a las reformas a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales promovidas por la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.

Juárez Pérez señaló que dichas reformas hicieron posible que esta conmemoración forme parte de las efemérides oficiales impulsadas por la jefa del Ejecutivo Federal en materia de reconocimiento a las mujeres.

Explicó que un ejemplo emblemático de la lucha de las mujeres indígenas en México es el del pueblo yaqui, que, pese a las adversidades, resistió la invasión cultural y preservó la memoria y la cultura de su nación.

A través de un video, Juárez Pérez recordó que, a finales de enero de 1900, la dictadura de Porfirio Díaz deportó desde Sonora a Yucatán a 250 viudas yaquis con sus hijos, sobrevivientes de la masacre de Mazocoba, en la que tropas del ejército federal reprimieron a los yaquis que, encabezados por Juan Maldonado, resistían los intentos de las élites sonorenses por despojarlos de sus tierras.

El destierro de las viudas marcó el inicio de una deportación forzada que alcanzó a más de 15 mil yaquis, enviados a trabajar en condiciones de esclavitud a Yucatán, Campeche, Oaxaca y Veracruz, principalmente como mano de obra en la producción de henequén. Miles más se vieron obligados a emigrar a Arizona, en Estados Unidos, o a refugiarse en la sierra para sobrevivir.

Juárez Pérez destacó que, desde la época colonial, el pueblo yoeme —como se autodenominan los yaquis— luchó por su autonomía, pero durante las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX padeció una auténtica guerra de exterminio. Bajo el liderazgo de José María Leyva Cajeme, los yaquis se sublevaron en la década de 1870 para resistir el despojo de su territorio, considerado no solo su hogar, sino también un espacio sagrado. Aunque Cajeme fue ejecutado en 1887, la resistencia continuó, y el régimen porfirista se ensañó particularmente con las mujeres, a quienes consideraba responsables del espíritu guerrero de la tribu.

Las mujeres yaquis acompañaron a los hombres en las guerras y sufrieron junto a ellos privaciones y fatigas. Aquellas que fueron deportadas al sur del país a principios del siglo XX padecieron múltiples vejaciones desde su captura y durante el penoso traslado en barco y ferrocarril.

Pese a las condiciones inhumanas, miles de yaquis lograron sobrevivir gracias al tesón de las mujeres, quienes además de trabajar de sol a sol en los campos, cuidaron enfermos, alimentaron a los desterrados, criaron a los niños y mantuvieron viva su lengua y cultura.
Lo anterior demuestra que las mujeres indígenas han sido pilares fundamentales en la preservación de la memoria y la cultura de los pueblos originarios del mundo.