NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
La resistencia de México frente a cambios radicales en la relación con EU está en un punto delicado entre ceder a todo u contener sus designios sin sucumbir en el intento. Como se dice en el argot político, lo que resiste apoya, pero lo difícil de esta coyuntura es cómo hacerlo sin contrapesos a sus agresivas políticas intervencionistas.
Esta semana será decisiva para conocer el peso de la integración económica bilateral frente al paso de la rara corriente disruptiva neoproteccionista y expansionista de Donald Trump. En Washington iniciarán los trabajos para negociar la amenaza comercial contra México, a contra reloj de la pausa arancelaria hasta el 4 de febrero que Claudia Sheinbaum consiguió tras una llamada con él. La bienvenida a Marcelo Ebrard y Omar García Harfuch en las reuniones de alto nivel es una agenda que traslapa comercio, combate a los carteles como terrorista y migración, y ahora tensión por el reclamo de repatriación de Ismael El Mayo Zambada.
La tregua comercial valió reconocimiento internacional a Sheinbaum por su valor y astucia, pero necesitará más que eso. ¿Cuáles fortalezas y debilidades? La mayor ventaja de EU es que puede soportar mejor el muro arancelario que impone al mundo, aunque se dé un “balazo en el pie” por su efecto inflacionario y menguar la actividad económica. Pero no parece importarle demasiado cuando sus exportaciones representan menos de 10% del PIB y cree que su obsesión con el déficit comercial se cura con proteccionismo y aislamiento.
El impacto negativo del muro es mucho peor para una economía dependiente de 80% de sus exportaciones a EU y al borde de la recesión como la mexicana. Los aranceles son graves para el precario crecimiento de por sí recortado a sólo 0.6% para 2025, el peor momento para librar una “guerra” comercial y de gran debilidad para la posición negociadora de Sheinbaum. ¿Cuánto poder tiene para enfrentar a Trump o cuan frágil para tener que aceptar todas sus exigencias?
La Presidenta, igual que Trump, tiene un fuerte mandato de las urnas, el control del Congreso y la mayoría de las gubernaturas, pero sin contrapesos para frenarlo. Es así como no ha podido resistirse a la exigencia de blindar la frontera con 10 mil militares, a restaurar Quédate en México, a sobrevuelos del Pentágono y drones dentro del territorio para vigilar cárteles ni detenido su clasificación de terroristas o conjurado los aranceles, incluso trasluce que eso podría haber sido parte de los acuerdos para pausarlos.
La debilidad también le abre flancos a la crítica de las reformas de la 4T como causa de la fragilidad del país. Aunque los ataques de Trump no se han dirigido a la reforma judicial, eliminación de órganos autónomos o el sector energético, sino a apuntalar una narrativa sobre el control territorial de los cárteles para justificar la retórica de “abrirles la puerta del infierno”. Pero si así fuera, ¿por qué la necesidad de debilitarla con filtraciones al NYT y CNN sobre su autorización de los sobrevuelos para ablandar la negociación?
Su respuesta es acendrar el discurso nacionalista y sustituir importaciones con lo “Hecho en México” para consumo interno, reforzar la soberanía con reformas y penas máximas a agentes extranjeros que la violen. Las ordenes injerencistas de Trump son el mayor peligro, al menos simbólicamente, por refugiarse en la imagen de proteger a los cárteles, aunque lo cierto es que la presencia de las agencias estadunidenses alcanzó su esplendor con Calderón. Pero nada ha sido suficiente para evitar que la incertidumbre paralice inversiones por 60 mil millones de pesos y dejar a la deriva el Plan México como principal estrategia para afrontar los riesgos del proteccionismo y la declinación del nearshoring.
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