NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
La transición de gobierno comienza formalmente apegada al libreto de “continuidad con cambio” con el que Claudia Sheinbaum se impuso en las urnas. Los primeros trazos del perfil de su gabinete son un esfuerzo por guardar el equilibrio de esa fórmula entre excolaboradores de Andrés Manuel López Obrador, leales de su equipo en la CDMX y nuevas caras que impriman su sello propio, aunque en sintonía con el Presidente sin virajes al proyecto de la 4T.
El adelanto de los primeros seis nombres de su gabinete, junto con el anterior anuncio de la permanencia del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, fue bien recibido por la cúpula empresarial y sus críticos, incluso por los mercados. El reparto de cargos tiene un diseño calculado y estratégico de inclusión y diferenciación para un proyecto de cambios lineales, no abruptos, en la ruta de “avanzar a partir de lo logrado” por López Obrador, en sus propias palabras.
Pero también con signos diferenciadores de su predecesor con la creación de una secretaría de Ciencia a cargo de Rosaura Ruiz, en claro mensaje del lugar que ocupará en su gobierno una comunidad desdeñada por su mentor político, así como de la prioridad de la agenda internacional en Economía para enfrentar los nuevos tiempos proteccionistas en la renegociación del T-MEC con EU, y de la actual canciller Alicia Bárcena en la Semarnat para atender desafíos globales del cambio climático, biodiversidad y agua, como experta en negociación internacional en la materia.
El traspaso gubernamental de la segunda Presidencia de Morena es inédito en la vida política del país por los cambios en la forma personalísima de gobernar de una figura protagónica como la de López Obrador. Podría calificarse como una obra que aún no fue publicada sobre la sucesión de un líder político de personalidad intransferible y peso político mucho mayor que sus antecesores del PRI y del PAN. Aunque su sucesora llega con historia, trayectoria y equipo de quien ya tiene obra de gobierno, como en su caso en la CDMX.
Sheinbaum ha seguido los pasos que marca el Presidente con una mezcla de lealtad y cautela para no apartarse de la agenda del líder indiscutido del movimiento que la llevó al poder, lo que podría ser fatal para la estabilidad de la transición gubernamental. Antes de presentar su gabinete, pidió a sus legisladores respetar el acuerdo sucesorio de López Obrador con sus rivales en la campaña para que ocuparan los liderazgos de la Cámara baja, Ricardo Monreal, y del Senado, Adán Augusto López Hernández, así como una posición en el gabinete para Marcelo Ebrard en Economía.
Ellos representan continuidad, junto con la llegada de Juan Ramón de la Fuente a la Cancillería, aunque también integración de grupos políticos distintos. Ahí se ha querido leer un flujo de corriente transexenal para gobernar por interpósita persona, aunque el Presidente ha negado que hubiese palomeado su gabinete ni intervendrá en el próximo gobierno, aunque la relación entre ellos aún está por escribirse.
Nadie duda de las presiones del círculo del Presidente por permanecer en el gobierno o de las corrientes de Morena por verse reflejadas, pero otros nombres de su gabinete también dejan ver un perfil distinto de profesionales que hablan de un liderazgo diferente para lo que ella llama segundo piso de la 4T. Sheinbaum es una científica de izquierda y tecnócrata pragmática de la alta administración pública que se rodeará de planeadores con rigor técnico y expertise en su materia como Julio Berdegué, exrepresentante para América Latina de la FAO, en otra diferenciación con la improvisación del actual.
The video player is currently playing an ad. You can skip the ad in 5 sec with a mouse or keyboard
Los equilibrios en su primera línea de gobierno muestran que ha sabido manejar las presiones para el reparto de posiciones sin ceder más que a las que se adecuan a su diseño estratégico. Atiende los compromisos con un Presidente que se reserva el derecho a disentir, aunque se retire, y cuida las discrepancias con grupos de Morena que siguen con atención a la ortodoxia del proyecto, sin dejar de enseñar su estilo y rescatar prioridades que López Obrador hizo a un lado.
Con una lealtad fuera de duda con el Presidente, su sucesora sabe que tiene todo el poder en el Congreso para llevar adelante su proyecto, pero también que ella cargará con toda la responsabilidad si falla.