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elcristalazo.com

El anuncio de la candidata ganadora en las elecciones presidenciales del pasado día 2, no despejó sino parcialmente el misterio del gabinetazo. Y también de la forma como se pueda disipar (perdón Don Martín Luis), la sombra del caudillo.

Por la deliberada estrategia de dosificar las noticias para mantener la atención y hacer a un lado el atractivo mañanero de la cotidiana palabra presidencial, fue apenas un asomo. Un “gabinetito” con apenas seis integrantes del grupo futuro de la administración pública superior.

Seis personas cuyos nombres deben ser analizados, por su origen y no tanto (o además de) sus capacidades y demostraciones. Tres mujeres y tres hombres.

La importancia de este anuncio parcial del equipo claudista reside en la posibilidad de probar independencia y rechazar de la “trans sexenalización” del grupo actual del todavía presidente López Obrador. El deslinde, por algunos tan necesario, tan sin importancia para otros y tan imposible para unos más, comienza con la conformación del gabinete porque ahí es donde se expresan la fuerza y la tendencia del gobernante, lejos de presiones y haciéndose rodear de los suyos, de quienes le deben no sólo el cargo sino la carrera.

Y en ese sentido ni Juan Ramón de la Fuente (Relaciones Exteriores) ni Marcelo Ebrard (Economía) o Alicia Bárcena (Ecología y etc.), le debían algo a Claudia Sheinbaum, tampoco Ernestina Godoy (consejera), quien ya había sido antes diputada de Morena por la decisión de Andrés Manuel López Obrador, en aquella legislatura comandada por la candidata ganadora en Veracruz, Rocío Nahle.

Marcelo Ebrard quien tendrá bajo su coordinación la revisión del Temec, elegido quizá por su conocimiento de Donald Trump quien pese a todo se enfila a la Casa Blanca en Washington, es un personaje de dos filos. Conoce los modos de Trump, lo cual es una ventaja, pero Trump lo va a “doblar” en cualquier negociación en cinco minutos, como hizo cuando impuso la política migratoria mexicana y convirtió el patio trasero en sala de espera, en los mejores casos. Ya después Joe Biden nos alzó la categoría: patio delantero. Pero patio de todos modos.

Ebrard y López Obrador fueron los albañiles del muro de Trump. Lo pusieron con la Guardia Nacional, en la frontera del sur.

Juan Ramón de la Fuente –ex rector de la “derechizada” UNAM, según su ex jefe–, tendrá también tardes por torear con el presidente de Estados Unidos (punto central de nuestras Relaciones Exteriores). Llega con varias experiencias de gabinete: en el virtual (legítimo) de López Obrador y en el real del presidente saliente en la representación de las Naciones Unidas, cuya importancia para el Ejecutivo se expresó en esta peyorativa definición: un bello edificio en Nueva York.

Pero nadie le quita el gusto de añadir a su tarjeta de visita: ex presidente del Consejo de Seguridad de la ONU (como antes Muñoz Ledo). Muy apantallante, pero inútil.

Alicia Bárcena, por otra parte, le debe el inicio de su carrera como ecologista en la administración pública a Carlos Salinas de Gortari con quien mantuvo cercanía. Su primera experiencia de gabinete, fue cuando Ebrard se fue de Relaciones Exteriores para hacer el “oso” de todos conocido.

Por cuanto hace al señor Julio Berdegué, secretario de Agricultura y etc., su carrera se ha hecho fuera de los círculos políticos de Morena. Subdirector General y Representante Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para América Latina y el Caribe y entre 2004 y 2011 miembro y presidente de la Junta Directiva del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo ese templo de la agricultura transgénica cuya ingeniería genética hizo posible la “Revolución Verde”, con todo y el Nobel de la Paz para Norman Borlaug

Todo diametralmente opuesto al naturalismo de pacotilla de Víctor Toledo y sus acólitos del país y el maíz.

En fin, la administración comienza a tomar rostro.

Y en cuanto al nombramiento de Rosaura Ruiz en el ámbito cultural y tecnológico, pues en la siguiente entrega.