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Un testigo narra cómo estuvo el desvanecimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador en la base aérea militar de Mérida

Las negociaciones van muy avanzadas.

En ellas es mano el transexenal secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, quien hace cuentas con el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Alfonso Cepeda.

¿De qué se trata?

De una vieja gestión del maestro Cepeda iniciada hace varios años con el Presidente de la República para hacer justicia a casi medio millón de miembros suyos jubilados.

La solicitud tiene dos apartados.

El primero es cambiar la situación jurídica del magisterio a fin de dar al profesorado prestaciones y derechos de retiro similares a los del Seguro Social y no con base en la Ley del ISSSTE.

La segunda es incrementar las pensiones actuales en por lo menos en cinco mil pesos mensuales, lo cual implicaría partidas adicionales de unos dos mil 500 millones de pesos mensuales.

O sea, 30 mil millones de pesos anuales.

La discusión y aprobación de este acto de justicia -el mejor jubilado recibe 30 mil pesos- pasa por muchas manos, pues bajo la hipótesis de autorizarse en la administración de Andrés Manuel López Obrador, los pagos y consecuencias económicas corresponderán a Claudia Sheinbaum.

CAMBIOS EN COMUNICACIÓN

Si acepta sugerencias, el cambio en comunicación será de fondo.

Al menos eso comentan y desean varios asesores de Claudia Sheinbaum, quienes no quieren heredar una camisa de fuerza, otra más, de Andrés Manuel López Obrador.

Porque hasta ahora ella ha aceptado continuar con la costumbre mañanera con el guión actual, primero una reunión sobre seguridad -así se le llama- y posteriormente pronunciamientos durante horas.

Todo bajo controles, tanto de quienes hablan para presentar el parte de muertos, heridos, masacres -ah no, ya no las hay-, como de quienes hacen preguntas debidamente repartidas o controladas.

El primer cambio profundo sería reducir las exposiciones presidenciales, hablar de manera concisa sobre los temas y la agenda del día, y unas cuantas preguntas.

Es decir, ya no habría sólo invitados para elogiar al titular del Poder Ejecutivo y luego reproducir preguntas, respuestas y comentarios al gusto del gobierno en curso.

O sea, y aquí estaría la mejor de las noticias, el acceso de reporteros y conductores de noticieros a Palacio Nacional sería más libre a medios tradicionales y por supuesto los digitales.

Eso sí, debidamente acreditados.

ACCESO Y PREGUNTAS LIBRES

A esta actitud positiva se sumaría otra.

La idea de abrir la comunicación se daría en varias áreas.

De adentro hacia afuera, se acabaría el monopolio de Palacio Nacional y los secretarios de Estado y directores de organismos descentralizados tendrían su propio equipo y mayor libertad para difundir sus actividades.

Y de afuera hacia adentro la repercusión sería mayor porque se tenderían puentes con los medios tradicionales -prensa, radio, televisión, revistas con penetración, portales-, hoy tan criticados y despreciados.

De estas sugerencias a la presidenta electa se colige un dato mayor: se acabaría la embestida cotidiana y dura de este sexenio contra la prensa crítica de algunas acciones y declaraciones oficiales.

Un cambio radical pero necesario para conciliar al país, tal como lo ofreció Claudia Sheinbaum en múltiples discursos de campaña y en los debates organizados por el INE.

@urenajose1