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Todos los días conocemos o vivimos algo nuevo, preocupante, parecerían ocurrencias o “puntadas” que se le vienen a la cabeza al inquilino de Palacio.

Sin embargo, no son ocurrencias. En campaña muy claro dijo “al diablo con las instituciones”. Soló que los que votaron por él, creyeron que todo iba a mejorar. Estaban “hartos” de la corrupción, dijeron, aunque si analizamos bien, también ellos y todos para acabar pronto, fuimos parte de que las corruptelas avanzaran.

En campaña, como candidato pidió que votaran por los candidatos de su partido para que, como presidente, pudiera cumplir con su proyecto para “transformar” a México. Y le creyeron, nadie de los que lo siguieron utilizó su sentido común para advertir que estaban entregando el país a resentidos, a mentirosos, a un grupo de individuos que no aman a nuestro México, sino que lo único que pretenden es vengarse y mantener el poder, destruyendo todo lo que con esfuerzo y con dinero de los contribuyentes, se hizo.

Por eso fue claro el actual presidente al decir que la pandemia le vino “como anillo al dedo”. Y lo está cumpliendo. De un tajo, sin menor consideración pretende ir acabando con todos lo que con esfuerzo se construyó. Insiste en que lo que provenga del pasado, de otras administraciones fueron hechas con corruptelas, aunque la realidad nos muestre que no todo fue malo o equivocado.

Estamos conscientes que existió corrupción, pero también se observa que sigue habiendo en un régimen que se las da de muy honesto. Manejos del dinero de los contribuyentes, de manera “discrecional” es decir, para quitar recursos que deben destinarse a fines específicos y desviarlos para los caprichos del “patrón” ¿no es corrupción?

Nos queda muy claro que, al conformase las Cámaras con mayoría del partido de quien gobierna, tanto diputados como senadores, no representan a los ciudadanos, salvo raras excepciones. Si antes lo creímos, ahora se confirma de una manera grosera con las actitudes que manifiestan quienes obedecen ciegamente y sin “chistar” las órdenes de un patrón.

Ese patrón, no gobierna para todos, sino que ejerce el poder para sus fines enfermizos: destruir. Ha olvidado que el PODER se ejerce para SERVIR.

La desaparición de fideicomisos obedece a un propósito: adueñarse de lo que ni a él, ni a sus seguidores pertenece.

Son miles de millones de pesos que desaparecerán de igual manera que ha estado desapareciendo lo que quedó por ahí. De no haber habido algo guardado ¿de dónde ha salido para sus proyectos personales?

¿Quién lleva el control de los gastos y despilfarros?

Ningún mexicano que ame a su país debería sentirse complacido por la desaparición de 109 fideicomisos que afectarán a miles de compatriotas.

Ningún legislador debería levantar la mano para aprobar tal aberración. Y si lo hacen deberían darles vergüenza de convertirse en “borregos” y “levantadedos” para cometer una injusticia.

No olviden que tienen una gran responsabilidad en las Cámaras; deben enaltecer al tomar decisiones que beneficien y no que perjudiquen. Demuestren que son hombres y mujeres de honor, no simples marionetas.

Demuestren que saben razonar y no sólo obedecen órdenes. Lo que ganan, lo que se aprueba para sus “gastos de representación” proviene de los ciudadanos, de sus impuestos, no de los bolsillos de quien ustedes –por ignorancia- consideran el “patrón”. Demuestren que saben utilizar el PODER para SERVIR.