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La mentira, como uno de los grandes pecados, tiene muchos nombres, grados, denominaciones y justificantes. Si no mintiéramos de una y otra forma, el mundo se habría acabado.
Mienten los grandes líderes religiosos al endilgarle a los hombres sus “verdades” dogmáticas. ¿Cuáles?, para no entrar en discusiones, todas. La fe, dijo el gran Bram Stocker, es creer una mentira a sabiendas. Mienten los políticos, especialmente cuando dicen: mi línea de conducta consiste en no mentir, no robar, no traicionar.
Pues entonces usted no es político: es un querubín.
–¿Cuál ha sido –sin embargo–, la mayor mentira de la historia política en México?
Indudablemente esta:
“…Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder (Plan de la Noria, 1871) y esta será la última revolución.”
Pues el ciudadano firmante de tan sesuda reflexión. Se quedó en el mando nacional por tres décadas y no sólo hizo de su revolución la última, sino la primera del siglo XX, antes de partir a Francia al exilio perpetuo, más allá de la vida y más allá de la muerte. No regresaron ni sus huesos.
Frente a esa engañifa colosal, las actuales falacias del poder público parecen pecados menores. Cosas veniales, pues. En algunos casos hasta mentiras piadosas, como en el caso de los migrantes secuestrados en Tamaulipas con auxilio policial.
“…Gracias al esfuerzo coordinado del gobierno de Tamaulipas, la FGE, Sedena, Guardia Nacional y la SSPYC se logró rescatar los 31 migrantes que fueron secuestrados el 30 de diciembre en 2023. Ya están en manos de las autoridades y se les hace la revisión médica correspondiente”. Esto dijo Jesús Ramírez Cuevas, quien trabaja como vocero presidencial. Es decir, le presta la voz al presidente. En un portavoz.
Pero también es un mentiroso, porque el dueño de la voz, es decir, el presidente, ya sin intermediario en los medios, produjo –con su rectificación tras los reclamos –, esta noticia:
“…(AN). — El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que fueron liberados por los propios captores los 32 migrantes secuestrados en la carretera Reynosa-Matamoros, en Tamaulipas. Asimismo, reveló que el secuestro fue para extorsionar a sus familiares que se encontraban en Estados Unidos.
“Nosotros no tenemos ningún acuerdo vergonzoso con el Gobierno de Israel”, firmó López Obrador Cuartoscuro / Andrea Murcia
“Soltaron a los mexicanos, y era por extorsión a familiares en Estados Unidos”, declaró este jueves durante su conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional.
“AMLO celebró que los responsables hayan decidido “dejarlos libres”.
¿Quién mintió? Pues pa´ mi que los dos.
Pero hay otras mentiras maravillosas. Grandes como una farmacia de siete Zócalos de enormidad:
Esta, por ejemplo, relacionada con la selección de Claudia Sheinbaum como candidata de Morena.
“—Creo que fue un ejemplo de ejercicio democrático, algo inédito, la costumbre por décadas, siglos, era la imposición, el dedazo, el presidente en turno decidía sobre el sucesor, eso se impuso durante mucho tiempo…”
La mentira es, todos lo sabemos, junto con su hermana gemela, la traición, el elemento central de la actividad política. Cambiar de opinión de manera interesada es una forma de mentir. En muchos casos de mentirse a uno mismo. Como quien aduce razones ideológicas y abandona un partido donde le han negado un cargo.
La síntesis publicitaria más cercana a la exactitud (aplicable a cualquiera, no nada más a quien le fue adjudicada en su creación), es todavía esplendorosa:
–¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco.
Plagiar es mentir. Se presenta como propio algo ajeno, tal han hecho Ernestina Godoy y Yasmín Esquivel, por ejemplo. Negarse a aceptar la falta, es mentir de nuevo.
Anatole France, emboscado por un novel escritor quien le preguntó si había leído su reciente libro, respondió.
–Claro, jóven amigo. Y en la página 84 encontré el mejor momento de su trabajo. Siga así.
El muchacho se marchó conmovido. France jamás leyó el libro. Pero dijo lo conveniente. Hizo política literaria.