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Número cero/ EXCELSIOR

La definición de candidaturas en las gubernaturas de Morena será un mensaje clave del rumbo que tomará la elección presidencial y del sello propio de un gobierno de Sheinbaum. El choque de grupos en su interior es una prueba de destreza política en su primer conflicto con el movimiento obradorista ante la presión de gobernadores y partidos de su coalición para ocupar espacios en las listas.

El anuncio de este 10 de noviembre de sus candidatos en ocho estados y la CDMX será trascendente para la expectativa electoral de Morena, aunque lidere en el promedio de las encuestas. La disputa interna se ha calentado en estados con mayor potencial de triunfo y, sobre todo, en la capital, que sorprendió por la dura disputa de la exalcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y el exsecretario de Seguridad Pública de Sheinbaum, Omar García Harfuch. Pero, sobre todo, por destapar una fuerte confrontación de dos visiones hacia el futuro entre el pragmatismo y la ortodoxia en la propuesta de “segundo piso de la 4T” de la candidata presidencial.

La litis de las gubernaturas está en decidir cuáles serán los candidatos hombres que bajará Morena, aunque ganen la encuesta, para cumplir con la paridad de género del INE mediante un acuerdo político que desenrede la elección. En siete de los nueve estados los sondeos con que elegirá a sus abanderados favorecen a hombres. Sólo en las dos plazas restantes las preferencias apuntan ampliamente a Rocío Nahle, en Veracruz, y a Brugada, en la CDMX, sus aspirantes más competitivas, aunque en una competencia cerrada con el “superpolicía” bajo el abrigo del aparato partidista.

La paridad, que obliga a nombrar cinco mujeres y cuatro hombres, es en un gran elector, pero no el único. La resolución exige un acuerdo político para cuadrar el círculo de las nueve candidaturas con el resultado de las encuestas, competitividad de los candidatos y compensación a los perdedores. El dilema de esta operación política es que, en casos muy comprometidos, como la CDMX, Sheinbaum corre el riesgo de debilitar su candidatura si en el arreglo pierde ganando o gana perdiendo, más aún si se despertara la idea de que la rebelión de Brugada hubiese sido bien vista por el Presidente, dadas sus reticencias hacia Harfuch por sus ligas con los aparatos de seguridad de gobiernos del pasado. La CDMX es emblemática por tratarse del bastión más importante de la izquierda en el país, aunque su peso electoral sea menor que el de los otros ocho estados. Pero es un importante referente que envía una señal clara sobre la fuerza del liderazgo de Sheinbaum sobre el movimiento y la rúbrica de su línea política. El riesgo de que se imponga el timbre de la popularidad con Harfuch, en aras de reconquistar a la clase media, es que la decisión se lea como un golpe a la militancia y conduzca a actitudes de brazos caídos del obradorismo en la capital. Quizás una llamada de atención fue el acto cancelado en el estadio Azul por la escasa participación.

Y si, por el contrario, se abre la candidatura a una figura popular con larga trayectoria en la izquierda de la capital como Brugada, el peligro es que se vea como una debilidad de su dirección, aunque insista en que no tiene candidato y que respetará la encuesta. Podría repetirse el caso de que no logró dejar a su sucesora como en Tlalpan, aunque eso no impidió que ganara la Jefatura de Gobierno.

La resolución tendrá repercusiones más allá de las urnas, dado que habilitará una carta fuerte para los presidenciales de 2030 desde la plataforma de la capital, de donde salieron las dos candidaturas presidenciales de Morena. En un horizonte en que, además, ya no estará López Obrador al frente de la 4T, si cumple con su promesa de retirarse al concluir su mandato.

El Presidente ha planeado con cuidado el futuro de la 4T con una sucesora que garantice la continuidad de su legado, pero el panorama se complica. La divisa de la unidad de la campaña de Sheinbaum enfrenta un duro reto en este primer lance, en el que tendrá que demostrar que sabe cómo usar el bastón de mando sobre su propio movimiento. Y, sobre todo, como condición para su segunda consigna, la movilización, comenzando con el granero de votos de Iztapalapa y otras plazas en disputa.