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La presidenta Sheinbaum decide hacer de su primer aniversario una exaltación de su estilo de gobierno y demostración de fuerza propia con una gran concentración de apoyo popular. Se verá como forma de contrarrestar la idea de un liderazgo mediatizado, aunque lo desmienta su alta popularidad. Lo que revela es una exhibición de cálculo estratégico sobre la dura defensa del proyecto político que se avecina por el choque comercial con Trump y el nuevo combate por la economía.

El logro más sobresaliente de sus primeros 365 días es político. Consolidó su liderazgo sobre rivales internos que le dejó sembrados López Obrador por el pacto de la sucesión presidencial, sin pagar costos políticos ni fisurar la unidad de su movimiento. Dejó a Adán Augusto desbarrancarse solo en el Senado por escándalos de corrupción y acusaciones de nexos con el narco, sin que el golpe al Grupo Tabasco provocara una ruptura con su mentor; y neutralizó a Monreal y Andy López Obrador en la vida de ostentación y lujos de líderes de Morena.

En este terreno ha campeado con un mando ecuánime y firme en que cuenta más lo que hace que lo que dice, al contrario de la común demagogia de la clase política; o del discurso rupturista con que López Obrador abrió brecha y le dejó allanado el camino a su proyecto. Sheinbaum ha afianzado su liderazgo y contrarrestado en los hechos la idea de que sería aplastada por el peso político de las figuras que flanquean su gobierno, López Obrador y Trump.

La dedicatoria del primer aniversario es para ambos. Al primero para refrendar su legado en un proyecto que los une y cohesiona su movimiento. Y a la vez marcar diferencias en el estilo personal de gobernar, de que ha dado muestras con el cambio en su plan de seguridad y contra la corrupción. Su presidencia es distinta y corresponde a otro momento histórico, que voces dolidas con López Obrador sólo reconocerían con el desagravio de un parricidio a la usanza de la tradición política, que antes criticaran.

Prueba de que brilla con luz propia es una popularidad que supera a los últimos cuatro presidentes en su primer año, incluido López Obrador. Y, sin embargo, no ceja de cultivar fuentes de poder y exhibir músculo político con movilizaciones por todo el país como quien se prepara para batallas aún más difíciles y sin fácil solución de las afrontadas hasta ahora.

El principal destinatario del mensaje de ellas es Trump y el mayor desafío de su sexenio con la renegociación del T-MEC, por los costos políticos que podría implicar para ella y la 4T. Su poder está articulado sobre la continuidad del proyecto “obradorista” y la cohesión de su movimiento; pero a su vez depende de un buen acuerdo con EU que no debilite más el crecimiento y devolver confianza a la inversión nacional en la economía. La exaltación de la hegemonía política de Sheinbaum y su necesidad de demostrar peso político propio son un mensaje de empoderamiento frente a la asimetría de fuerza con EU. El Rubicón de las políticas sociales y el rescate de millones de la pobreza que han dado éxitos a su gobierno está en cruzar los pantanosos terrenos de la economía con un socio dispuesto a encerrarse en aranceles y abrir la puerta de los vecinos a balazos.

Pero el doble reto de soberanía y economía está también en la debilidad de motores internos. El gobierno ya no puede apretarse más el cinturón para asegurar el futuro de su proyecto, pero tampoco ha revertido la desconfianza de los capitales nacionales, a pesar del mayor acercamiento con los privados; en el sexenio ha llegado más inversión extrajera que local, que acumula 11 meses de caída de 7.7% anualizada.

La gran paradoja de la concentración de poder político de Sheinbaum es asentarse en un Estado débil y endeudado, en el que los privados aportan ocho de cada 10 puntos del PIB. Y aunque su apoyo a la mandataria es patente, la incertidumbre externa y las reformas al Poder Judicial o al amparo los disuaden de asumir riesgos de largo plazo, a diferencia de los foráneos.

Sheinbaum se ha granjeado reconocimiento internacional por los acuerdos arancelarios con Trump, pero al cabo de su primer año le esperan pasos decisivos en mismo sentido para mantener el equilibrio con los de casa arrostrando igualmente riesgos para su proyecto político.