Hace 9 años escribí un libro intitulado como mi Columna semanal: Última Instancia. En dicho libro, en su parte introductoria hice varias reflexiones de mis razones para escribirlo, y, respecto a al término “soberanía” mencioné lo siguiente:
“Cuando uno piensa de soberanía, se viene de inmediato el concepto personalizado del Rey, el Soberano. Luego pensamos en extraño enemigo que viene a profanar con sus plantas nuestro suelo patrio. La Doctora Arnáiz [mi maestra de Teoría del Estado en la licenciatura] nos explicó este concepto, a veces difuso e incomprendido, como “la facultad de decidir en última instancia, aunque no haya norma que aplicar al caso concreto.”
Luego analizo en el libro cómo esa soberanía, en nuestro sistema legal, se deposita en el pueblo, expresándose a través del llamado “Constituyente Permanente”, que se conforma por las dos terceras partes de los integrantes del Congreso de la Unión y la mayoría de las legislaturas de las entidades federativas.
En mi libro reflexioné sobre la problemática que existía en el 2015 (a medio término del gobierno de Enrique Peña Nieto y después de que se aprobaron las “reformas estructurales”), respecto de la falta de empatía de los ciudadanos hacia las reformas estructurales aprobadas (mucho instigada por el hoy presidente López) , así como con las instituciones como la Suprema Corte de Justicia de la Federación y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que emitían ejecutorias al contentillo del presidente de la República.
Lo más dramático que ha pasado desde entonces es que hemos venido perdiendo soberanía. Así lo menciono en mi libro:
“Pero lo peor del ejercicio de esa última instancia, es la que se ha estado
extendiendo a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional: la del crimen
organizado, el cual desconoce autoridades, instituciones y hace caso omiso de
la ley y el estado de derecho a través de la amenaza, la tortura y la muerte de
personas, imponiendo esa última instancia.
El mensaje que queremos dejar en estas reflexiones, es que debemos recuperar
la última instancia en nuestro sistema constitucional, ahí donde debe de
estar, en las Instituciones del Estado mexicano y que basen su actuación en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Después de describir el caos comunicacional que ha ocasionado el advenimiento de las redes sociales, en las que:
“…ya no hay situaciones privadas que no puedan estar luego expuestas al escrutinio de la ciudadanía; en donde se ha generado un literal linchamiento a los partidos políticos, a sus integrantes y a las personas que detentan un puesto público, que se aglomeran en una peyorativamente llamada “clase política”; y donde existe un desprecio y agresividad que francamente provoca miedo.
Establezco la gran oportunidad que tenemos como nación, si simple y llanamente se respeta el estado de derecho, que aunque no se comprenda esto a cabalidad por el ciudadano común, lo que él busca es que el Estado le proporcione un entorno adecuado de seguridad y justicia. Servicios públicos adecuados como calles limpias y libres de baches, alumbrado público, un transporte público digno y eficiente. Servicios de salud adecuados y educación de buena calidad para sus hijos, que permita que el ciudadano tenga una oportunidad razonablemente asequible para el cumplimiento de sus anhelos en la vida. Esto, sin más ni menos, es el bien común que todos buscamos.”
Y ahora, 9 años después de que escribí mi libro, ¿qué tenemos ante nosotros como nación? Estamos en la última instancia como República representativa federal, ante la propuesta que morena y sus aliados, impulsada por el presidente López, y apoyada por su títere incondicional Claudia Sheinbaum, que han impulsado la pérdida de nuestra soberanía mediante el apoyo a los integrantes del crimen organizado, con sus abrazos y no balazos, que cada ves más tienen asolada a la población en bastas zonas del territorio nacional, que pretenden destruir cualquier viso de independencia que le queda a la Suprema Corte de Justicia y que cooptan al incompleto Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y pretenden eliminar a los órganos constitucionalmente autónomos, así como a las minorías en el Congreso de la Unión.
Al hacer todo lo antes mencionado, olvidémonos de nuestra democracia y de aspirar a tener bien común. Esa es la disyuntiva que tenemos los mexicanos al votar este 2 de junio. Ahora sí estamos en la Última Instancia.