Número cero/ EXCELSIOR
La guerra en Israel mueve la geopolítica mundial, lo que inevitablemente tiene efectos para México. La polarización de bloques internacionales reduce el margen de la política de neutralidad con que López Obrador ha jugado para evitar injerencias en asuntos internos, por ejemplo, a cambio de cargar con el peso de la estrategia antiinmigrante estadunidense y del fentanilo.
La compleja agenda bilateral con EU es presa del relanzamiento de la política de “seguridad fronteriza”, que agita la retórica republicana antiinmigrante y que jalara a los demócratas por la lección de fallas y errores del ataque de Hamás contra Israel. Desde Trump, el “muro” en Palestina ha sido referente de la política de migración estadunidense, que defienden gobernadores como el de Texas y que Biden se ha visto forzado a retomar. Desde el ataque terrorista en Nueva York en 2001, la agenda de seguridad permeó el enfoque sobre la frontera y los riesgos del descontrol para EU.
La política de no tomar partido en una guerra con la esperanza de permanecer al margen es difícil, a pesar de que el pacifismo es esencial para la legalidad internacional. De más alto grado si la presión internacional tensa la cuerda o cuando al interior se acumulan denuncias de violaciones a derechos humanos de los migrantes con programas como “permanecer en México”, que el gobierno de López Obrador pacto con EU en 2019 para contener los flujos con la Guardia Nacional.
La guerra pone en aprietos la política de neutralidad y la agenda con EU, al menos en dos aspectos. El brutal ataque contra Israel y la feroz respuesta del gobierno de Netanyahu es la imposición, tanto del terrorismo de Hamás como del fundamentalismo político israelí. Pero la neutralidad se evapora cuando hay crímenes de guerra contra civiles. Israel se ha inconformado por la “neutralidad” de López Obrador, que equipara con apoyo al terrorismo. Pero no se trata del reclamo de un acto humanitario, sino de una postura política para forzar la condena en la línea de extrema violencia de la defensa israelí para invadir y arrasar a los palestinos.
La exigencia de una postura enérgica tendría que pasar también por condenar actos que desbordan la legalidad internacional, como asfixiar a la población en Gaza y el uso desproporcionado de la fuerza en la ofensiva total israelí. Por eso, la protección de civiles “sin matices” —como pide la canciller Bárcena— compromete la neutralidad. La guerra coloca a México en situaciones de riesgos en el realineamiento de los bloques y en el manejo de la agenda de “seguridad fronteriza”. Pero si las políticas unilaterales frente a la crisis de refugiados han sido difíciles de sobrellevar, ahora el panorama de inseguridad en las fronteras europeas e israelíes complicará aún más los acuerdos. La onda expansiva de la guerra dará municiones al Congreso, gobernadores y extremistas republicanos favorables a posiciones de fuerza para reforzarla. Si el condicionamiento del apoyo de armas a Ucrania ya obligó a Biden a seguir adelante con el muro de Trump, la inestabilidad en Oriente Medio fortalecerá las posiciones radicales ante el flujo imparable de migrantes y el tráfico de fentanilo como asunto de “seguridad nacional” en el centro de la agenda bilateral.
Las evidentes fallas de Israel para asegurar sus fronteras son un golpe duro a la imagen del poder de su ejército y la eficacia de su aparato de inteligencia, a pesar de la desigualdad de recursos tecnológicos y de armamento en su política de confinamiento de los palestinos. El propio Netanyahu, cabe recordar, alentaba a Trump en la construcción del Muro con México porque a ellos les había dado buenos resultados.
Pues bien, las lecciones de Israel ya son parte de la discusión sobre el costo político de la represión en la competencia política en EU. La decisión de Biden ahora sólo parece el preludio de una intensa confrontación entre demócratas y republicanos sobre las medidas más eficientes para controlar la migración, ante el discurso “pacifista” y “soberanista” cada vez más irrelevante para ellos.
El margen de maniobra se reducirá para México en una agenda dominada nuevamente por la “seguridad fronteriza” y campañas antiinmigrantes. El genio nacionalista con que Trump infectó a su país cobra nueva vida fuera de la lampara con la reactivación del muro como prueba de su esparcimiento en la epidermis de la política estadunidense.