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Como nunca antes iniciamos un año con mayor incertidumbre, ocasionada principalmente por las reformas constitucionales y legales que se realzaron de manera rápida que aún, no podemos entender cuáles serán los alcances, para bien o para mal, de estas modificaciones.

Lo que es cierto es que, tampoco nunca habíamos observado una desesperada necesidad de centralizar tanto el poder, que solo vimos como la mayoría del poder legislativo se arrodillo, más por fanatismo, ante las peticiones de su Mesías, sin siquiera analizar las consecuencias para la gente que voto por ellos y si estas reformas podrían llevar un retroceso en lo que hasta ahora habíamos conseguido.

Se habló de erradicar la corrupción y se tendieron los puentes para permitir que la opacidad sea la principal generadora de la corrupción, se habló de evitar que los pobres fueran lastimados, en sus economías, por las medidas neoliberales que prevalecían y se ha cerrado con la eliminación de los órganos autónomos, muchas de esas facultades que impedían el abuso de un poder político o comercial – empresarial. En el primer caso creando un poder Judicial que será sometido de entrada por el poder Ejecutivo y el Legislativos, quienes podrán influir directamente en el Tribunal que observará y calificara el trabajo de cada magistrado, ministro o juez y si este no conviene a los intereses del Ejecutivo o le legislativo será removido sin ninguna potra explicación.

Se elimino la competencia y con ello se abre la puerta para que las empresas más prevalecientes puedan ponerse de acuerdo en precios y servicios y con ello condenar a la población a tener una sola opción, aun cuando esta sea cara o no tenga la calidad del servicio necesario.

Así y entre la reforma judicial, la desaparición de los órganos constitucionales autónomos, la militarización de la Guardia Nacional y las reformas sobre áreas estratégicas y supremacía constitucional los mexicanos regresamos a un centralismo que, pensamos, habíamos dejado atrás, desde el inicio de este siglo.

La única certeza es que hemos visto, que la incompetencia demostrada por el poder legislativo nos encamina a un peligroso desbalance de poderes, que será altamente negativo en el país y que ocasionará que las inversiones piensen dos veces en instalarse de manera permanente en el país.

Porque este desbalance podrá traer oportunidades para aquellos inversionistas que podrán obtener en el corto plazo grandes ganancias y emigrar a otras naciones a consolidar sus empresas.

México enfrentará pues un 2025 con grandes retos, en lo interno y lo externo, y que posiblemente impactaran de manera más profunda en las personas que menos tienen, incrementando con ello la cantidad de gente que se encuentra en la pobreza, pero también incrementando la riqueza de un puñado de personas que buscan a través de sus alianzas con los políticos seguir siendo parte de esos neo ricos que bajo el manto de una “izquierda humanista” han iniciado y perpetuado su poder.