COMPARTIR

Loading

Número Cero/ EXCELSIOR

El discurso del fin de la democracia en México no permea en el país por el desgaste de la cantaleta de la catástrofe del gobierno de López Obrador que nunca llegó. La situación recuerda el cuento de Pedro y el Lobo en que tantas veces se advierte su presencia feroz que, cuando ocurre, ya nadie la cree. Desde hace seis años se trata de descalificar a su movimiento con la campaña del peligro para las instituciones, y ahora, con la prisa por enterrarlas con el control del Congreso, pero la canción burlesca tiene poca audiencia.

La última protesta de la opositora Marea Rosa convocada hoy en el INE para exigir frenar la sobrerrepresentación de Morena, no parece que tenga mejor suerte que las filípicas repetidas en el sexenio para condenar y mofarse de su gobierno, pese a que ahora sí está en juego la aprobación de reformas sin la oposición como la judicial y órganos autónomos. El mensaje para que el INE y el TEPJF lo detengan es la tonada de siempre contra López Obrador sobre el peligro de la destrucción de las instituciones, hasta ahora ineficaz para los propósitos políticos opositores. Si antes no funcionó, menos cuando en el mundo se desconsolida la democracia liberal y crece el apoyo a poderes fuertes.

Ahora la litis, como dicen los abogados, es la lectura convenenciera sobre la sobrerrepresentación de Morena en el Congreso en un porcentaje mayor a 8% al que legalmente tiene derecho. No es la primera vez que los derrotados en las urnas reclaman la forma del reparto, aunque ninguno desde el poder político ha puesto en marcha una reforma para determinar con claridad el criterio de asignación de legisladores proporcionales. Si antes fue cuestionada por el agandalle del PRI y el PAN para controlar el Congreso, ahora la quieren refutar como la consumación del regreso autoritario y, peor aún, de la venezolanización política de México.

Pero el país parece inmune al ataque de ciertos mensajes de miedo, destrucción y tragedia. Por eso, la última batalla de los que se erigen como valladar de la democracia es difícil de ganar con este caballo de la acusación de “fraude constitucional” tras denunciar antes fraudes y elecciones de Estado. El mensaje de la debacle del país no ha logrado movilizar a la gente ni persuadir a la autoridad electoral por tres razones:

La primera, porque el triunfo de Morena ha sido contundente y transparente, a diferencia de la opacidad y las dudas sobre el resultado de la elección en Venezuela. El TEPJF desechó las impugnaciones de los 161 distritos electorales que la oposición presentó para anularlos y prepara la declaración de Sheinbaum como presidenta en una elección sin mancha democrática, aunque la exigencia de anulación diera paso a descalificar el “sufragio efectivo” por una sobrerrepresentación de casi 20% del Congreso respecto a su mayoría en las urnas.

Como ha sucedido antes, con reclamos similares a López Obrador desde la oposición, los triunfadores tratan de aprovechar vacíos legales sobre el reparto cuando se trata de coaliciones, que existen desde que el PRI y el PAN redactaron la cláusula en 1996. Pero no podrían modificarse las reglas del juego en medio del proceso después de conocerse los resultados en las urnas, y difícilmente adoptar una interpretación restrictiva a diferencia de otros casos.

Pero, quizá el tercero y mayor obstáculo es que no es una demanda social que movilice al electorado por el “sufragio efectivo” que reclama la Marea Rosa en el INE. Se trata de un tema muy barroco del de por sí abigarrado edificio legal electoral, que es difícil de traducir a los mensajes sobre la debacle democrática que la oposición y comentaristas afines predicen desde hace seis años o más, con Morena en el poder.

El mensaje de miedo sobre los desastrosos resultados del gobierno de López Obrador perdió credibilidad de tanto llamar al lobo con grandes fugas de capital, la desinversión e inflación por aumento del salario, el outsourcing y el desplome de las finanzas con los programas sociales, que no se han materializado. Morena llevó el plan C a las urnas y los electores le dieron la mayoría en el Congreso, así que ahora, como en el cuento, es remoto que presten oídos a la canción que han escuchado por años.