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Quizá la palabra “polkos” no signifique mucho en nuestros días, pero en 1847, año definitivo para la desgracia nacional, hubo un episodio conocido como la “Rebelión de los polkos”, un levantamiento armado contra las Leyes del 11 de enero de 1847 y del 4 de febrero de 1847, contra las propiedades clericales y adverso a Valentín Gómez Farías, planeado por el general Matías de la Peña Barragán en el hotel de la “Bella Unión” por mexicanos santanistas con los ojos puestos hacia el Norte.

Su intención no era –como muchos hicieron creer– la recuperación de ese dinero para defender a México sino para empujar un pretexto y entregarle el poder a Santa Anna ante una inminente guerra de intervención.

Ya después vendría (extraña casualidad entre la danza y la política) la actuación bélica de James Polk, presidente de Estados Unidos.

Los mexicanos de hoy, atascados en la peor relación de los últimos años con el gobierno de Donald Trump y deliberadamente amnésicos ante la historia de abusos de ese país contra este, también tienen su “Hotel de la Bella Unión”. Ahora se llama Camino Real y a sus salones festivos acudieron en dócil manada de cortesanos, los escogidos por una agencia de gestoría, presión y manejo de imagen denominada “American League”, cuyo director es Larry Rubin, un notable engañabobos (también se les llama apantallapendejos) disfrazado de amigo de México.

En esa reunión Rubin, con la amabilidad de los profesionales de las relaciones públicas, marcó las directrices ordenadas por el ex mando de la CIA, Ronald Johnson, actual embajador de Estados Unidos, bajo cuya sombra se ha ido a cobijar un connotado evasor fiscal en abierta pugna contra el gobierno de Claudia Sheinbaum.

La convocatoria, en el marco del mes de julio y pocos días después de la fiesta del día 4 en la residencia diplomática, fue simplemente una convocatoria de la embajada a la afinidad política de algunos sectores mexicanos en la áspera e irremediable coyuntura actual.

Las crónicas consignan el tono filoso de las palabras del ex boina verde:

“…El propósito de Estados Unidos de “retomar el camino de la libertad con derecho, justicia y oportunidades económicas no será fácil ni ocurrirá de inmediato…Se trata de una nueva era en la política exterior, la cual está impulsada por un propósito muy claro: una responsabilidad compartida y un compromiso con un futuro más fuerte, seguro y próspero para Estados Unidos, pero también con nuestros socios y aliados… no será fácil. No todo es fácil y no será todo gratis ni indoloro, pero es algo que debemos hacer (LJ)”.

Envuelto en la bandera del multilateralismo regional, embistió contras las posibilidad de México en el camino de una diversificación para atenuar la dependencia del mercado norteamericano:

“…países como China intentan imponer su control financiero y una mayor dependencia económica y de la cadena de suministro en algunos lugares de nuestro propio hemisferio occidental… retomar el camino de la libertad con derecho, justicia y oportunidades económicas no será fácil ni ocurrirá de inmediato, pero es una causa noble para el mundo libre. Paso a paso, es una causa que debemos ganar, y luchando juntos, lograremos ese objetivo”.

Las palabras del embajador no valen nada. Cuentan más los hechos hostiles del gobierno al cual dice servir con orgullo.

Lo notable en este caso es el desfile de los cipayos (Dice la RAE,“Soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña…Secuaz a sueldo); la gozosa sensación de sentirse importantes de los “wanabis” cuyas carteras se aflojaron para sentarse en mesas indigna.

¿La lista de invitados?

No la publicaré. Prefiero recordarlos a todos con las palabras de Porfirio Remigio.