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El intento de asesinato en la calle Motolinia, de Diana Sánchez Barrios, hija de Alejandra Barrios, persona prominente en los liderazgos tepiteños y del Centro Histórico, zona sin ley, espacio sometido a arbitrios y caprichos de las mafias del comercio callejero y la operación mayor los cárteles urbanos cuya existencia todo mundo niega aun cuando la padezca cotidianamente , no es el primero ni será el último de esta naturaleza.
Tampoco el asesinato de la abogada penalista Oralia Pérez Garduño, abogada penalista, quien de acuerdo con el mimetismo del mundo delictivo, circulaba a bordo de una gorda camioneta gris, con los vidrios polarizados y sin placas.
Para comprender mejor el primer caso, están las palabras de Alejandra Barrios, quien a pesar de llegar a los 80 y tantos inviernos, no ceja en su conducta matriarcal en el espacio del comercio informal (y a veces ilegal) enfáticamente acusa a la Unión Tepito del asesinato de Víctor Esquivel quien iba con su hija en elm momento del ataue armado.
Pero regresemos casi un cuarto de siglo (agosto 2003):
“(LJ).- “…la calle Bolivia -en su tramo entre Argentina y El Carmen- fue disputada a balazos entre unos 200 integrantes de las organizaciones de Alejandra Barrios y María Rosete.
“La refriega, que no duró más de 20 minutos, dejó un saldo de por lo menos un herido grave por arma de fuego, con un balazo en la cabeza, según la policía capitalina. Pero de acuerdo con Paola Rosas, ahijada de María Rosete, el esposo de esta última, Jorge Ramírez, de 40 años de edad, falleció por la tarde en el hospital Balbuena a causa de dos impactos de bala en el abdomen…”
Nada cambia, ni siquiera el hospital público donde la ciudad atiende a las víctimas de los pleitos mafiosos.
En este caso, “…Alejandra Barrios Richard, lideresa de comerciantes, responsabilizó al grupo delictivo La Unión Tepito del ataque contra su hija, Diana Sánchez Barrios, su esposo y otro acompañante, ocurrido este jueves en las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México…”
En el lejano 2003, la familia (en sentido siciliano) de Rosete, la acusaba a ella:
–“Estaba toda la bola en ambas esquinas, se empezaron a juntar como a las 11:30 y mi comadre (María Rosete) llegó por Argentina junto con su esposo y su hijo (ambos con el mismo nombre) se vino aquí a mi casa. Ya como a la una de la tarde, la gente de Alejandra Barrios empezó a agredir. Ni nos dimos cuenta qué fue lo que sucedió; se vino toda la bola encima a puros balazos y fue cuando hirieron a mi compadre”, relató Rosa Pérez”.
En el caso de la abogada Oralia, el archivo relata una agresión similar:
En marzo de 2000 tras reunirse con Cuauhtémoc Herrera Suástegui (asesinado ese año, sospechoso de ligas con Amado Carrillo), fue emboscada en el hotel Imperial, donde dos sujetos le dispararon a través de una puerta giratoria. Se salvó de ese atentado, pero fue cazada y asesinada años más tarde en Monterrey.
Estos crímenes exhiben dos realidades.
Una, la operación de los cárteles “nacionales” de la droga (Sinaloa, Jalisco, Tamaulipas, etc) en esta ciudad. Lo negaron por años, hasta el atentado contra Omar García Harfuch. Ahí ya no pudieron ocultar la verdad.
La otra evidencia es la evolución del comercio ambulante de una simple actividad de supervivencia –nervio económico de la economía de la CDMX– a expresión de un problema mayor: la mafia tepiteña con sus tentácujos de venta callejera, narcomenudeo, contrabando, trata de personas (decenas de indocumentados ocultos en azoteas y callejones), venta de armas, prostitución y evasión legal y reglamentaria.
Son los dueños del motor económico de la ciudad, más allá de actividades ilícitas. Han usurpado calles, avenidas, ejes viales (el 1, por ejemplo) y son amos del territorio.
Y el gobierno urbano, sólo tiene dos caminos: el pacto o la obediencia. Alessandra Rojo de la Vega y también la jefa de Gobierno, Clara Brugada, deberán escoger: plata o plomo. De una, ya sabemos; de la otra, no.