Número Cero/ EXCELSIOR
Encabezada por el presidente López Obrador y el canciller Ebrard, la defensa del general Cienfuegos envía a EU el mensaje de que las Fuerzas Armadas son intocables para el interés nacional por ser, sobre todo, soporte público de su gobierno. Una línea defensiva infranqueable, incluso si supone el mayor desafío a las instituciones estadunidenses. Su exoneración fast track es una bofetada al aliado, aun al costo de minar la confianza en la cooperación bilateral, la credibilidad en el sistema de justicia y la promesa anticorrupción por encima de cualquier estamento.
La absolución del general, sin llegar a juicio, revela que el gobierno está dispuesto a pagar el precio para proteger su relación con el Ejército, que enfrenta el caso como una de sus mayores afrentas y desde un principio le exigió acciones contundentes, como un ataque a la soberanía nacional. Del mismo tamaño es su fortalecimiento, incluso si socava la cooperación bilateral en seguridad o exhibe internamente espacios de impunidad.
Desde la sorpresiva y unilateral detención de Cienfuegos en EU —sin avisar a México—, el pasado 15 de octubre, la tensión en la relación bilateral ha escalado rápidamente, en contra del firme propósito de López Obrador de rehuir a la confrontación. La investigación de la DEA y la acusación en una corte de Nueva York contra el general de estar en la nómina del narco terminaron con su actitud obsecuente para sustituirla por la tradicional desconfianza nacionalista, independientemente de la validez de las pruebas en contra del exjefe del Ejército. Ni siquiera fue investigado. Pero el endurecimiento de la regulación de agentes extranjeros y el alegato para desechar el caso son el correlato del malestar que generó en la cúpula del ejercito la detención de uno de sus generales más respetados, mientras aceptan mayores responsabilidades en el gobierno civil.
En sus primeros dos años de gobierno, López Obrador evitó tocar a Trump hasta con el “pétalo de una rosa”, no obstante sus políticas antiinmigrantes del muro en la frontera, ataques antimexicanos y amenazas comerciales para obligar a detener caravanas de migrantes centroamericanos. Las agresiones pudieron encajarse en el criterio del interés nacional porque no atacaban al proyecto de la 4T ni a pilares para la gobernanza, como hoy son los militares.
Pero el caso Cienfuegos trastocó ese entendido de la cooperación a cambio de no interferir en asuntos de política interna al abrir un frente de descontento con los militares, en los que descansa la seguridad pública, las mayores obras del sexenio, el combate a la corrupción y hasta la vacunación contra covid. Y en una jugada de razón de Estado, el mandatario se colocó a la cabeza de la defensa con acusaciones graves contra la DEA, incluida la de fabricar delitos y cuestionar el profesionalismo de la justicia estadunidense por culpar sin pruebas sólidas. La defensa presidencial no se detuvo tampoco en el golpe que el caso asesta a la autonomía de la FGR, aunque estuviera obligado a respaldar su fallo.
La respuesta también se proyecta al gobierno de Biden, que tendrá la difícil tarea de recomponer la cooperación bilateral. En efecto, el carpetazo de la FGR a la investigación a días de su asumir el poder tiene el propósito de establecer una línea Maginot para el futuro de la relación en clave con las prioridades de la política interna. La exculpación de Cienfuegos dibuja un terreno vedado que el gobierno mexicano no permitirá pisar, aun a riesgo de que se traduzca en espacio de impunidad. Cienfuegos fue liberado sin juicio ni tiempo suficiente para la investigación de inteligencia financiera de sus redes patrimoniales, como ha sucedido con otros acusados por lavado de dinero. Menos aún por el historial de denuncias de violaciones a derechos humanos del Ejército cuando lo encabezó en masacres como Tlatlaya o Ayotzinapa.
El mensaje ha sido recibido por el Departamento de Justicia con el reclamo a México de violar acuerdos con la difusión del informe de la DEA, en un adelanto de confrontación legal que se puede esperar de Biden. La personalización de la relación con Trump facilitó reducir la tensión con EU, pero será distinto con las formas institucionales de Biden. Y resultará más difícil preservar zonas vedadas para la relación bilateral o alejar temas de la agenda bilateral. Vientos de tiemplo nublado soplan con EU…