La embajadora eminente Martha Bárcena tiene mucho para presumir.
Primero:
Cuando era embajadora, aprovechó la cercanía familiar con el Presidente para informarle sobre los acuerdos oscuros y comprometedores para la patria de Marcelo Ebrard.
Su esfuerzo atemperó algunas acciones, en especial frenar el intento del Gobierno de Donald Trump y el exsecretario de Estado Mike Pompeo de convertir a México en tercer país seguro.
En cambio, se montó el programa Quédate en México con un severo sistema de vigilancia para contener el flujo de extranjeros rumbo a Estados Unidos, aunque aún así hay desbordamientos y está saturada la frontera norte.
Esto ha generado muchos conflictos de seguridad, problemas adicionales para los estados fronterizos y muros policiacos y físicos como medidas de contención del lado estadounidense.
Hacinamientos con evidentes violaciones de los derechos humanos, exposición de migrantes al crimen organizado, narcotráfico, mayor violencia y un futuro incierto para decenas o tal vez cientos de miles.
En otra cita la diplomática, sin pasar por Ebrard, narró al Presidente la confidencia de Jared Kushner sobre las intenciones de Trump de enviar tropas para combatir grupos terroristas como el Cártel de Sinaloa.
AL NIVEL DE EBRARD
El servicio al imperio es evidente.
Donald Trump presumió haber obligado a militarizar la chiapaneca y gran parte de las principales rutas con más de 28 mil efectivos del Ejército, la Guardia Nacional y policías locales.
Con este colaboracionismo estuvo en desacuerdo la embajadora Martha Bárcena y la confrontación con Marcelo Ebrard la hizo insostenible, por ello anunció su retiro.
Decidió dejar no nada más la embajada en Washington, sino también la diplomacia, porque la negativa a reconocer el triunfo de Joe Biden obligaba a un giro en las relaciones bilaterales.
López Obrador la entendió, aceptó su renuncia, le pidió esperar la llegada de Esteban Moctezuma –“necesito a alguien no muy cercano a mí”- y la designó embajadora eminente.
Ha exhibido la descomposición de la clase gobernante, dato meritorio para quien no tiene una posición oficial específica.
Por eso sorprende la importancia otorgada a ella por López Obrador, quien la mandó al costal de conservadores como todos los disidentes, y el canciller Ebrard, quien jamás pudo con ella.
Hoy la pone a su nivel.
El tiempo dirá cuánto afectará su credibilidad política, su calidad de corcholata no favorita y si le bastará el cobijo lopezobradorista para llegar hasta la ambición de su vida, la Presidencia de la República.
LÍOS EN CONCANACO
1.- Imposible imaginar en el pasado a la Concanaco perseguida por notarios y agentes ministeriales.
Todo porque no cuadran a los socios las cuentas del tesorero Octavio de la Torre y porque a las demandas de aclaración el presidente Héctor Tejada ha respondido con protección hacia su colaborador.
En la asamblea de mañana puede decidirse la suerte de ambos en sus actuales posiciones, pero su cese no frenará las investigaciones y éstas podrían escalar al ámbito penal.
Lástima, porque con ese desprestigio el sector comercial no puede ser interlocutor válido y confiable ante un Gobierno unipersonal.
Y 2.- El llamado plan B deberá esperar.
Hasta el martes 21 de febrero reanudará su recorrido en comisiones del Senado de la República para su análisis y luego pasará al pleno para su discusión y segura aprobación.
Como jefe del control político de ese cuerpo legislativo, Ricardo Monreal tiene el control y opera para generar un debate terso, con previsibles oposiciones y seguro destino en la Corte de Norma Lucía Piña.
En el panorama están nuevas negociaciones en el bloque disidente de panistas, priistas, perredistas, emecistas y plurales para ir unidos y enriquecer la discusión parlamentaria.
-Sí, vamos como uno. Ese es el acuerdo -me subrayó Gustavo Madero mientras departía con Emilio Álvarez Icaza, Guadalupe Acosta Naranjo, Miguel Alonso Raya y otros comensales.
Queda pendiente el acuerdo sobre si cada grupo parlamentario presentará controversias individuales o si el bloque escalará hasta el Poder Judicial.