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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Una de las mayores omisiones de la democratización fue concentrarse en la competencia electoral y relegar la forma de ejercer el poder. Si bien las reglas de su acceso son básicas para elecciones limpias y justas, acabaron por ser una obsesión de la lucha entre partidos. Son ellos los que se ocupan de mantener sus canonjías e influencia cada vez que se renueva el INE, aunque la legitimidad y confianza en la institución caiga, por su desinterés, en el costo electoral, rendición de cuentas y la corrupción que aleja a la ciudadanía y deja sin militantes, como cascarones de lujo vacíos. Ahora hay una nueva tensión, el lugar que el INE ocupe para el gobierno de López Obrador y los arrebatos en Morena por colonizarlo.

La Cámara de Diputados lanzó, el pasado 13 de febrero, la convocatoria para la elección de 4 de los 9 consejeros del INE, en un ambiente que su presidente, Lorenzo Córdova, califica de hostil sin precedentes, aunque hubo otros procesos jaloneados, incluso hasta los “golpes” legislativos para modificar su integración. En realidad, acusa el ataque del gobierno contra los órganos autónomos desde que llegó al poder y el temor de que pretenda hacerse del control del INE con la imposición de candidatos de Morena a través de su mayoría en el Congreso para deshacer su autonomía.

En efecto, está en juego el papel que tiene reservado López Obrador para el INE, del que desconfía desde las elecciones de 2006 y 2012 por su reclamo de fraude, pero no puede debilitar sin arriesgar la gobernabilidad y agudizar el malestar con la democracia en un momento, además, de crisis de los partidos.

Visto en perspectiva, el INE ha pasado por varios momentos distintos desde que el gobierno salió de su Consejo en 1997, según el contexto y los equilibrios políticos.

Para la integración de su primer Consejo autónomo primó el consenso sobre perfil y trayectoria, aunque los candidatos tuvieran mayor proximidad con algún partido, debido a la necesidad de credibilidad a la elección en la crisis del régimen autoritario priista. El castigo a la cabalgadura de los partidos, sin embargo, se relajó y dio paso al reparto de cuotas bajo la égida del modelo de la “partidocracia” en la era de gobiernos divididos.

Y ahora el riesgo es que la nueva mayoría de Morena premie la lealtad sobre los perfiles para operar un órgano de arquitectura barroca (especializada) que nadie ha estado interesado en simplificar y rediseñar.

La transmisión pacifica del poder, ya por cuarta vez en el siglo, esta en el haber del INE, pero tampoco da lugar a la sacralización o nostalgia de un pasado impoluto. En varios momentos, como en 2003, se integró con la exclusión del PRD (tercera fuerza entonces) y otra vez el Congreso barrió con su Consejo al calor de los equilibrios políticos. El reparto de cuotas ha sido ampliamente cuestionado y debilita la confianza en la institución. Por ejemplo, cuando tuvo que resolver un proceso cerrado y cuestionado como el de 2006. Pero de nada le serviría que hoy lo presida un ánimo de revancha con el reclamo de que ahora “le toca” a López Obrador poner a los suyos. Ninguna de esas posiciones está a la altura de la crisis del sistema de partidos que arrastra, quiéralo o no, la imagen del INE.

En este proceso el INE movió ficha precipitadamente con la ratificación de Edmundo Jacobo en la secretaria Ejecutiva ante la “necesidad” de pertrechar su autonomía, aunque cediera a la transparencia, el único camino para fortalecer su legitimidad. Es la única vía también para el Comité Técnico que se creó para evaluar las candidaturas y acotar la discrecionalidad de los legisladores, aunque no erradica el peligro de “mayoriteo” ni del reparto de cuotas en su fallo final.

Tampoco sería la primera vez que el proceso sucumba al riesgo de la simulación, que tanto ha reclamado López Obrador a los autónomos. Por lo pronto los primeros designados por el Inai colocan la vara alta a los otros órganos que también llevarán representantes, como la CNDH, no obstante que su nuevo titular surgió del proceso más desaseado de su historia. Esta es la próxima aduana para saber que lugar le espera al INE.