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Número cero/ EXCELSIOR

El fin de las batallas en el Edomex y en Coahuila abrirán por completo la carrera sucesoria en un paisaje político transfigurado del que había hace unos meses. Desde este mirador se puede observar un nuevo territorio dominado por la eclosión a la fragmentación del bloque opositor y el apalancamiento de Morena en su coalición para asegurar el plan C de López Obrador en las urnas en 2024.

El promedio de los sondeos apunta a la alternancia en el Edomex con el triunfo de la morenista Delfina Gómez, que pondría al PRI en vías de extinción tras casi un siglo de poder en su bastión electoral. En cambio, en Coahuila podría retener la plaza con el priista Manolo Jiménez, que también mantiene una cómoda ventaja. Sin embargo, detrás del desenlace en las urnas, la radiografía de los dos procesos deja ver imágenes de las estructuras internas de la oposición y de la 4T.

En Coahuila, la división en la coalición de Morena favoreció al PRI, al punto de correr la idea de un pacto para intercambiar la plaza por la rendición en el Edomex. La conjetura tiene cabida en tanto permitiría a la cúpula del PRI —controlada por el clan del exgobernador coahuilense Rubén Moreira y su presidente Alejandro Moreno— retener su estado ante el naufragio del partido. Una derrota ahí reducirá su peso político en la alianza opositora y hasta llevar a su ruptura por los decrecientes réditos electorales. En el escenario de tener que ir en solitario, la dirigencia priista necesitaría un plan B para abrir paso a una eventual candidatura de Alito que les garantice el control de las listas a cargos de elección y el repliegue de los Moreira en sus territorios de Durango y Coahuila con los restos del botín partidista.

Su candidatura haría las veces del enterrador que pone los últimos clavos a un partido en caída libre desde que perdió la Presidencia en 2018 e, incluso, un año antes, cuando Delfina podría haberles ganado la gubernatura, a pesar de enfrentar una elección de Estado. Ahora el impacto de su triunfo sería demoledor para el PRI y también para la oposición por disuadir al PAN de pagar el alto costo de una alianza contra natura y el lastre del historial de corrupción que acompaña al PRI con nuevos escándalos hasta su último día de la campaña. Así, al PRI tampoco le convendría quedarse si fuera para recibir migajas de su socio privado de las principales candidaturas.

El panorama que se avista es de peligro de implosión de Va por México. Si en la oposición Movimiento Ciudadano era el único corredor solitario, el día después de los comicios podrían sumarse otros emblemas a la boleta del 2024. La división allana el camino a Morena y aliados que, a diferencia de ellos, están subordinados al liderazgo de López Obrador, como enseñan las declinaciones in extremis del PT y del Verde en Coahuila a favor de Morena.

Precisamente esa imagen es la que pone en duda que el oficialismo no concretara su coalición por la encuesta, si el mero deslinde de López Obrador del candidato del PT, Ricardo Mejía, hizo que lo abandonaran para sumarse a la candidatura del morenista Guadiana. En el cierre de campaña, su coalición se reagrupó para reforzar el mensaje de apoyo al plan C de López Obrador, aunque ya sin poder o querer hacer mella a Jiménez, como si un pacto respetara.

Las elecciones 2023 parecen un guion escrito con anticipación y/o el desenlace trágico de una oposición encerrada en intereses de sus cúpulas. En la radiografía final es posible ver el poder presidencial como un factor de triunfo en el Edomex y de estrategia en Coahuila. López Obrador será uno de los ganadores en las urnas porque la derrota del PRI dará paso a la fragmentación del sistema de partidos y le facilitará arrinconar a un solitario PAN, aliado a un cuasi inexistente PRD, como su verdadero enemigo. Ponerlo en la esquina de la vuelta del foxismo con una candidatura de Creel o la ultraderecha con Lilly Téllez.

En lo inmediato, el resultado reforzará el control de López Obrador sobre su sucesión al elevarse el costo para las corcholatas que cuestionen el proceso o amaguen con saltar a la oposición. Y mucho menos aún intentar el chapulinismo con otro partido de una coalición que el Presidente tiene totalmente planchada.