Número cero/ EXCELSIOR
La última batalla contra el Inai se saldó con un golpe de fuerza que lo condena a morir por inoperancia. Desactivar a la institución es un retroceso en la transparencia y acceso a la información pública, sin ofrecer ninguna otra alternativa institucional viable contra la corrupción. La consigna, ¡desaparecerlo y ya! con el rodillo de una mayoría legislativa que manda el mensaje de estar dispuesta a pasar sobre el derecho de cualquier minoría, sino forma parte de sus prioridades.
En una sede alterna del Senado, sin discusión, ni presencia opositora, Morena votó una veintena de reformas impulsadas por el Presidente que, como en un cuadro, plasman la polarización política en la era de la 4T. El cierre del periodo fue tormentoso, con una lluvia de iniciativas, tal si fuera la última oportunidad de acabar con instituciones insignia del pasado, como los vestigios del seguro popular en la eliminación del Insabi, transformar el Conacyt y extinguir al Inai. Además de una airada reacción a los frenos que Morena ha encontrado en la Corte para reestructurar el INE o poner a la Guardia Nacional bajo la esfera militar.
La promesa presidencial de ir contra el Inai acabó como una prueba de fuerza de Morena y la oposición, que incluso arrastró el liderazgo de su coordinador en el Senado, Ricardo Monreal. En una inversión de papeles, las anteriores mayorías del PRI y PAN, ahora como minorías, intentaron bloquear la sesión para obligar a elegir los relevos que el Inai necesita para funcionar; mientras la nueva hegemonía de Morena cargaba para sacar en solitario todas las reformas de su agenda como si la mera fuerza de la mayoría justificara legislar como un acto de autoridad.
Las instituciones autónomas están tocadas de muerte, primero por la mediatización de los gobiernos anteriores, y ahora por el rechazo de la 4T, que sólo ve en ellas ahorros presupuestales y no derechos a preservar como la transparencia. Así, la ruptura del consenso sólo podría desembocar en la coacción. Los nombramientos en el Inai nunca estuvieron realmente en la mesa de negociación porque la línea fue dejar las vacantes para inutilizar una institución que el gobierno refuta como inútil y cara. Si bien Monreal logró llevarlos a votación, su fracción atendía la línea de la Presidencia y de Gobernación, que había diseñado una estrategia política para arrinconar al Inai sin una reforma constitucional. Como a la mayoría no le alcanzan los votos para ella, la coacción se impone como debilitamiento extremo para obligar a su desaparición contra la voluntad de la minoría. Ahora y antes, la política resuelve sus diferendos con rodillos.
Pero el problema de la corrupción no desaparece inhabilitando al Inai. Se agrava, porque la 4T no tiene una alternativa para contener un virus que también los ataca a ellos. Su combate fue la principal promesa de López Obrador para llegar al poder, pero en el gobierno ha sido de sus mayores fracasos. El país ha caído en los índices internacionales anticorrupción, pero, sobre todo, en escándalos como el desvío de recursos de Segalmex, manejo irregular en Conade, boquetes financieros en la secretaría de Bienestar y el fracaso de la FGR para barrer “desde arriba” la corrupción.
Tras cuatro años en el gobierno y con la perspectiva de continuar el próximo sexenio, la 4T no tiene un plan contra la corrupción para concretar su promesa de cambio de régimen. La voluntad de atacarla ha sido más un asunto mediático para convencer de que “no somos iguales” a las anteriores mayorías que hoy defienden al Inai, que la decisión firme de no tolerarla en sus gobiernos. Su propuesta de llevar al Inai al legislativo para que la ASF absorba sus funciones no es viable sin una reforma constitucional, pero sobre todo es peligrosa, por convertir a los Poderes en juez y parte de su persecución.
La opacidad será una de las tildes que más trabajo costará quitarse al gobierno de López Obrador. Para este tema el reloj legislativo y la acción de la justicia se paró mucho antes del bloqueo del Congreso. El Presidente arropó a todos sus senadores antes de que cargaran contra la oposición en otro gesto del golpe de fuerza de la mayoría contra todo el que no comulgue con su proyecto, lo que augura que los mayores niveles de polarización aún están por venir.