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EL CRISTALAZO

La física cuántica –nos dice icmm.csic.es– es uno de los grandes logros del intelecto humano y es la base de la comprensión de los fenómenos naturales. La física clásica es un límite de la cuántica.

“La física cuántica explica el átomo, el enlace químico, las moléculas, la interacción de la luz con las partículas, la materia…

“Aunque la física cuántica describe el mundo a escala atómica podemos observar sus consecuencias a escala macroscópica en las propiedades térmicas (como la radiación), ópticas (como los colores), eléctricas (como la clasificación entre aislantes, metales y semiconductores en los sólidos cristalinos) y magnéticas (como el ferromagnetismo, antiferromagnetismo y otros órdenes magnéticos de la materia).

“La física cuántica tiene a su vez importantes aplicaciones tecnológicas como la invención del transistor y por lo tanto del ordenador y es la base de la mayoría de la alta tecnología electrónica que utilizamos hoy en día”.

Debo reconocer mi error inicial.

Yo creía, después de ver algunas de las ocurrencias de la regenta de la ciudad de México, la doctora (en Física) Claudia Sheinbaum, en la encarnación de esta mujer en ese campo de la inteligencia humana. Me dije, CSP, ES la Física Cuántica. Física por su vocación y sus grados académicos. Cuántica por otras razones cuya explicación viene después.

Pertenece, quizá, a esa escuela de Max Planck cuya profundidad y complejidad esta columna no alcanza siquiera a columbrar en el árido espacio de la comprensión. Es como leer “El universo elegante” o meterle el diente a George Gamow. Tan complicado como querer entender la presencia de los “hoyos negros” en el Universo.

–¿Por qué doña Claudia es una física cuántica?

–Porque siempre anda viendo cuánto les quita a los habitantes de esta ciudad. Se los quita en tranquilidad, en dinero y hasta en espacio.

Pero la doctora todo lo hace con sesgo y disimulo. Uno de los predicados de la Cuarta Transformación (falso, como todos), es no elevar los impuestos. Entonces se inventan nuevas formas de exaccionar.

–¿Cuánto? Todo aquello cercano a la “cuántica”. De a cuanto, mi señora…”

Lea usted esto, por favor:

“Vehículos particulares: Deberán pasar por la inspección 4 años después de la fecha de su comercialización como vehículo nuevo, y a partir de entonces, cada 2 años hasta el noveno año. Sí; esto incluye híbridos y eléctricos.

“Vehículos particulares con 10 años o más: Deberán pasar la inspección cada año.

“Vehículos de uso intensivo: los autos destinados al uso público, que prestan servicios de transporte de pasajeros o carga, que sirven a dependencias de la Administración Pública Federal, que sirvan como instrumento de trabajo, que tengan un uso mercantil o sirvan como transporte escolar o de empleados, deberán pasar la inspección cada año”.

Lo anterior significa “pasar revista”, como se hacía hace años con los taxis. Nunca tuvimos un servicio de taxi digno en esta ciudad y las revisiones sólo fueron una mina de oro para los gobiernos anteriores a la IV-T cuando –créalo usted o no–, existía la corrupción. Hoy ya no hay corrupción.

Si este asunto se aprueba, usted deberá añadir otro clavo a la cruz de ser automovilista en la ciudad de México. Los policías de García Harfusch cierran las calles cuando más se necesita circular por ellas. Es el caso del Viaducto Miguel Alemán. Para evitar la pesada circulación, cierran los accesos. Es como si usted dejara de respirar porque el aire está contaminado. Nada se arregla, sólo se congestiona más, se mantienen los motores encendidos durante más tiempo y se contamina en exceso.

Son unos genios, pero para meterle la mano al bolsillo ajeno.

Y ya no digo del Armstrong de la Secretaría de Movilidad. Se quiere resolver el movimiento reduciendo carriles a la circulación.

En lo personal no me ocupo de eso. Mi auto es un VW modelo 1962, más allá del bien y el mal. Ni verifica ni califica.