Con la aprobación de la Ley de Ingresos para el 2024 se muestra claramente la debilidad de las finanzas públicas del país, donde los ingresos son insuficientes, con una base gravable especialmente baja por la creciente informalidad, y con inequidades en la carga fiscal, mientras que los egresos tampoco son suficientes para proveer los servicios públicos de calidad que requiere la población.
Esta estructura que se ha asentado aun más durante esta administración federal, ante la inexistente calificación de las prioridades, nos muestra que no hay una previsión hacia el futuro, aunado a la escasa transparencia y rendición de cuentas que asegure que el gasto que se realiza regresará una utilidad importante para el país.
Por ello la necesidad de que se aprobara el déficit fiscal, que no va hacer más que endeudar a los mexicanos por otros 30 o 50 años más, deja focos amarillos en la sostenibilidad de las finanzas publicas en el mediano plazo.
La estabilidad, ha sido el banderín político de esta administración, algo que en un principio es positivo, sin embargo, el gasto que se hace sin medida y sin objetivos claros, solo acumula una mayor cantidad de gasto.
Todo gobierno debe cumplir no solo gastar los recursos públicos, sino aplicarlos en proyectos que en el corto plazo otorguen un aliciente a la economía nacional y que en el mediano plazo se conviertan en fundamentales para el crecimiento y desarrollo de la nación.
Lamentablemente en esta administración, no se hizo de este modo, se gasto en caprichos para solo engrandecer la imagen de una sola persona, a eso se sumó una gran cantidad de recursos aplicados en programas sociales, que poco paliaron la pobreza de la gente, pro sirvieron para aumentar la popularidad de esa persona.
Es cierto que el actual gobierno había mantenido una tendencia al endeudamiento similar a la registrada los dos sexenios anteriores, convirtiendo su deuda en dólares a deuda en pesos, con el objetivo de disminuir la vulnerabilidad de las finanzas publicas, pero ante los acontecimientos mundiales, primero la pandemia y luego los conflictos bélicos, se ha encarecido la deuda derivado las altas las tasas de interés en pesos. Si a esto sumamos que no se ha fortalecido el padrón de contribuyentes, la vulnerabilidad se acentúa dejando a México a un paso de una crisis financiera.
El monto de la deuda llega ya a cerca del 50 por ciento del PIB, que parece bajo cuando se compara con otros países, pero en realidad es muy alto dada la baja capacidad de recaudación que México tiene.
El ingreso aprobado si da una certeza de que la estabilidad económica se mantenga hasta el final de este sexenio. El problema será para la administración federal entrante que deberá buscar hacerse llegar más recursos, vía impuestos, sin que se presione o espante a los dueños de los capitales. Trata de regular y legalizar el comercio llamado informal y reorganizar las prioridades de la población.
Difícil trabajo para la próxima presidenta del país.