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El señor General Jesús Leana Ojeda, comandante (todavía) de la Tercera Región Militar*, debe ser considerado desde ahora como un enorme aportante a la estrategia mundial –y quizá interplanetaria– del combate al crimen, el delito y todas sus ramificaciones socialmente nocivas y humanamente dañinas.
La idea es dejarles todo a su buena voluntad.
La única dificultad de este procedimiento, cuya aplicación permitiría devolverle la tranquilidad a la patria –como si fuera un pacífico campo de golf en la Florida– es hallar la buena voluntad de quienes viven, sobreviven, se ocultan y se burlan del gobierno cuya labor en teoría es impedirles su maligno proceder, pues si tan bondadosa y armónica conducta les fuera dada, no estaríamos padeciendo esas oleadas criminales en Sinaloa y otras zonas del país, con todo y sus lagos de sangre mexicana. Bueno, lagos no; charcos.
No exageremos, no vaya a ser mayor el disgusto de nuestro gran timonel quien señala una y otra vez las exageraciones de los perversos medios amarillistas.
Por si usted no tiene en la memoria, me permito recordarle la explicación del señor general Leana y su profundo diagnóstico. Ante la situación de violencia en Sinaloa, el general Leana Ojeda –interrogado durante las fiestas patrias, canceladas en varios municipios sinaloenses–, respondió sobre la posibilidad de recobrar la normalidad en el estado:
Ante la situación de violencia que enfrenta Sinaloa, el general Leana Ojeda respondió una pregunta sobre ¿cuándo regresará la gente a la normalidad en la entidad?:
–“Queremos que sea de lo más rápidamente posible pero no depende de nosotros. Depende de los grupos antagónicos, que dejen de hacer su confrontación entre ellos, y que estén dejando a la población en paz para que viva con tranquilidad”.
—¿La seguridad depende de los grupos delincuenciales? — le insistió el periodista que lanzó la pregunta
— Depende de ellos, ellos son los que quieren hacer las agresiones y son los que están cobrando vidas. Nosotros no, al contrario. Nosotros estamos acá para evitar que ellos tengan confrontación y haya pérdida de vidas— dijo”.
Evidentemente si los militares (nosotros) están en esos lugares “para evitar que ellos tengan confrontación y haya pérdida de vidas”, la encomienda está muy mal cumplida.
No sabemos si la sencilla aplicación de tan luminoso y elusivo diagnóstico de la situación sea suficiente para abatir la criminalidad, pero si se llegara a lograr la persuasiva convocatoria, nos ahorraríamos los mexicanos la Guardia Nacional, la Marina Armada y casi 300 mil hombres bajo banderas a quienes se les ha comprometido en la acción policiaca, vigilante y persistente, precisamente para evitar las consecuencias de esas rencillas entre los “bad hombres” cuya codicia los vuelve peleoneros, pugnaces, rijosos, bandidos, truhanes, delincuentes, asesinos, secuestradores y todo el amplísimo catálogo de maldad cuya diligencia no permite la muelle vida del pueblo feliz, feliz, feliz a pesar de todo según nos ha dicho el comandante supremo de las Fuerzas Armadas el señor presidente L.O., quien de paso respalda al descubridor de la fórmula secreta de la paz con estas inspiradas reflexiones finisexenales:
“Nada más decir que estamos atentos en lo que está sucediendo en Sinaloa, que se está buscando más, básicamente; primero, proteger a la población, la protección a los ciudadanos, eso es lo primero, que la gente de Sinaloa tengas confianza que estamos ahí y vamos a seguir estando el tiempo que sea necesario para protegerlos, para cuidarlos…
“…Y lo segundo es que también como parte de esa primera tarea, es la de evitar el enfrentamiento entre los grupos, evitar que se enfrenten y que se pierdan vidas, eso es lo que se está haciendo básicamente.”
¿Básicamente? ¡Ah!, bueno, dicen los difuntos.