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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

La política de López Obrador contra el crimen lo último que quiere es patear un avispero que no pueda controlar, por eso opta por evadir la confrontación y hasta ignorar la violencia. Pero la orden presidencial al Ejército de rehuir la beligerancia de otros gobiernos tampoco logra calmar a las mafias cuando los militares se meten en su territorio y los repelen con pistolas que apuntan contra su imagen.

La escena parece de una fábula en la que el personaje de la ley es acosado por la avispa criminal. En redes sociales se viralizó esta semana un video en que se observan vehículos del Ejército expulsados de Nueva Italia, Michoacán, por el acoso de un grupo de narcos vinculados al CJNG, “señor” de la plaza. Pero la huida de unos 300 militares como en una serie de narcos tampoco dejó una consecuencia alec­cionadora como en las fábulas, aunque el Presidente trató de extraer de ella una de carácter ético y universal como el respeto a los derechos humanos.

Su explicación fue como rascar en una herida: ¿compli­cidad o provocación? Él celebró la “actitud responsable” de los soldados que tenían la orden de evadir convoyes de grupos criminales y evitar choques si no hay agresión arma­da. “No había por qué responder a la fuerza”, declaró Luis Cresencio Sandoval, en un ejemplo de lo que significa la política de “abrazos no balazos” que, por un lado, inhibe la persecución de criminales y, por otra, profundiza la milita­rización de la seguridad. Algo complejo de entender.

Pero lo que levantó ámpula fue que López Obrador dijera que su política es cuidar la vida de los criminales, en una tierra asolada por las masacres con fusilamientos a plena luz del día. La narración presidencial desafía a las víctimas que no se sienten protegidas por su gobierno. Y ante su reclamo, surge la pregunta de qué entienden las Fuerzas Armadas por planear y ejecutar sus operaciones evitando el uso de la fuerza y garantizando los derechos humanos. Aunque esta cuestión de fondo no es la razón de su huida. Los militares, como luego se supo, escaparon de Nueva Italia para buscar refuerzos, tras localizar narcola­boratorios, algo que molestó al cártel y que puso al descu­bierto un operativo mal hecho más que su compromiso de apegarse a la Ley Nacional sobre el Uso de la Fuerza para no arriesgar vidas.

Esta ley, aprobada en 2019, regula el uso de la fuerza, pero, al parecer, el Ejército también la interpreta como jus­tificación para replegarse y huir de situaciones de riesgo, aunque proyectan la imagen de un ejército humillado por el enemigo. Frente a las cuales, la apelación del respeto a los derechos humanos de los delincuentes tampoco sirve para lavar el rostro si, como puede apreciarse, tampoco se trataba de evitar una masacre, sino escapar de un error. Las garantías de un criminal que, sin duda, tienen, se salvaguar­da con el respeto a la ley para detenerlo y procesarlo, no capitulando para supuestamente salvar vidas.

En la hipérbole del discurso presidencial, la escena acabó por usarse para ensalzar una baja en los índices de letalidad en las operaciones militares en este gobierno, precisamen­te, por proteger los derechos humanos. Antes –defendía el Presidente– los gobiernos iban al enfrentamiento y luego se ocupaban de los derechos humanos, mientras que en el suyo, se evita la confrontación para proteger esos derechos, aunque la seguridad sea uno de los primeros. El resultado es que ni antes ni ahora se reduce la violencia ni tampoco se supera las crisis de derechos humanos presente hace una década. Aunque sus datos muestren que los civiles muer­tos en operaciones militares han caído desde un pico his­tórico de sexenio de la “guerra contra las drogas” cuando Calderón comenzó a patear el avispero.

La política de no confrontación tiene, sin embargo, un límite en la exigencia de EU de combatir el fentanilo, que sólo en 2021 causó la muerte de más de 100 mil personas. La pregunta entonces es ¿si creen que los productores les abrirán la plaza sin tener que patear el avispero? El Ejército trató de revertir el resultado de la desastrosa operación en Nueva Italia diciendo que al final aseguraron cuatro narco­laboratorios, sin que se supiera de enfrentamientos. Alguien tendría que explicar cómo una acción mal planeada, que obliga a la huida, se resuelve como en las fábulas.