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En una de sus más lúcidas páginas (todas lo son), Umberto Eco expone, para desencanto de los ilusos, los románticos, las señoritas estudiantes de Ciencias Políticas o la Septién, la verdadera naturaleza de los medios de información. Los medios tradicionales –siempre transmisores; pocas veces actores–, aclaro. De los otros se ocuparía más tarde.

No son herramientas al servicio de la sociedad, dice. Son altoparlantes de los grupos de poder quienes así se intercambian mensajes por encima de las cabezas de los ciudadanos.

Por eso el papel de los medios ha sido tan importante en los movimientos políticos de cualquier naturaleza. No existe en el mundo un sistema sin su respectivo aparato de comunicación social, comenzando por la Iglesia Católica a quien se le debe este concepto: comunicación social.

Hoy en México la función de gobernar se expone (en varios sentidos) a través de las conferencias de prensa matutinas inauguradas por López Obrador cuando fue jefe de Gobierno del entonces DF. Él se plantaba en el soliloquio disfrazado de informe de seguridad, y desde ahí obligaba a los medios (de cuyo cerco se quejaba falsamente), a hacer suya la agenda política del gobernante-agitador.

Con ese candor de ofrecer cobertura a quien usaba la información como anzuelo de los medios, diarios, radio y TV –previo convenio publicitario casi siempre disimulado—, admitieron la propaganda en la gaveta de la información. Como sucede ahora.

Hoy los medios –o la conferencia de medios, debidamente reglamentada—sustituye ante la mirada pública a la diplomacia, el Ministerio Público, la propaganda, el programa de gobierno, el plan de acción, la doctrina y hasta la convocatoria para un concurso de canciones nacionalistas para llevarle con ellas serenata a Trump.

El gobierno parte de un principio tramposo: si se informa algo eso automáticamente es legítimo. Y eso no es cierto ni siquiera cuando el acto de informar ser hace con veracidad.

Por ejemplo, si se hace una rimbombante declaración para informar la imposible protección de Morena a sus cuadros sospechosos, la declaración es real porque sucedió, pero el contenido es falso. Pero los medios –cajones de resonancia, pagados o sin cobrar– lo divulgan sin juzgar. Quizá para tener luego un argumento de contraste. Total, si el papel aguanta cualquier cosa, las redes aguantan más.

Y todo se hace en favor de la propaganda del gobierno cuyo interés casi nunca es igual al de los ciudadanos.

La propaganda ofrece argumentos favorables al interés del gobierno.

Y por desgracia esos intereses son muchas veces antagónicos y excluyentes.

AUSENCIAS

Hay ausencias que triunfan. Dice Álvaro Carrillo y seguramente, andariegos ellos, Ricardo Monreal (a quien nadie le dice Richie boy) y Andrés M. L. Beltrán, a quien ya nadie le dice Andy porque así, lo exigió su augusta persona, sin necesidad de llamarle dato protegido) silbaban la melodía, mientras el árido espacio del Consejo Político de Morena se rasgaba con el cuchillo de la simulación.

No escucharon, no corearon cuando la claque fácil le gritaba a Adán, como el mujerío moreno a Cuauhtémoc, no estás sólo.

Pues para ellos solo sin su cariño.

Total, en el Consejo Político del partido dominante en la Cámara de Diputados no importa la ausencia de su pastor. Y para el propio movimiento, no es necesario el Secretario de Organización. Basta y sobra con el timbre argentino de Luisita en la tribuna, para confirmar la moralidad impecable y diamantina del partido.

“No somos iguales, y lo decimos con firmeza: Morena es distinto, porque se guía por los principios de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo…” Omaigod, se me estruja le coeur.

–¿Dónde está el Jr?, preguntaban algunos.

–Parece que fue a la dulcería…

–¿A comprar “Chocolate Rocío”?

–No, se le antojó una “pelenqueta”.

Y Don Ricardo se marchó, con aviso previo y educado comedimiento a cumplir un compromiso familiar previamente establecido en el lapso interperiodos