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La inversión del sector púbico representa solo el 13% de la inversión nacional. Así lo dijo Alfonso Romo ayer a los medios de comunicación. El sector energético representa el 4% del Producto Interno Bruto. Hay que fortalecer a Petróleos Mexicanos si acaso tiene viabilidad; si no la tiene, es necesario hacer, ya sea una reestructuración (por ejemplo, achicarla o bien prescindir de operaciones no rentables), deshaciéndose de áreas que requieren grandes inversiones o privatizando o asociándose con otras empresas en sectores que requieran capital fresco no derivado de préstamos. Ya no es posible estar, literalmente, quemando dinero en una empresa que lo gasta para generar más pérdidas que a la larga cuestan a los mexicanos sacrificios en el bienestar y en la salud.

El caso de la Comisión Federal de Electricidad sin duda que es distinto. Es esencial mantener a flote a la CFE, ya que se requiere tener una empresa que invierta en lugares en donde la iniciativa privada no puede penetrar por motivos de negocios, pero es necesario invertir para otorgarle infraestructura eléctrica al país necesaria para su crecimiento.

Le queda claro a Alfonso Romo la gran oportunidad que tiene México de atraer la inversión en manufacturas ante la situación de conflicto existente entre Estados Unidos y China y el advenimiento del T-MEC, que nos puede sacar de un gran marasmo. Aunque, en honor a la verdad, el TLCAN nos daba más ventajas que el cacaraqueado T-MEC, a lo menos le da certidumbre a los inversionistas extranjeros que se debe aprovechar.

Pero, todo lo anterior se va a dar si se genera la confianza necesaria en el inversionista creada con la certidumbre jurídica de que rige el Estado de Derecho, que haya seguridad y certidumbre de que va a haber orden en las vías de comunicación del país, para que no se bloqueen los ferrocarriles, para que haya seguridad y orden en las carreteras y los puertos.

Para lo anterior, el gobierno debe serenarse y dejar a un lado las incertidumbres que provocan los cambios de reglas del juego para los inversionistas, como el anunciado por el presidente fortalecimiento regulatorio en favor de PEMEX y de CFE, para otorgarles ventajas sobre los particulares. Lo anterior, sin una reforma constitucional sería violatorio a las reglas de competencia económica y mandaría una mala señal al sector privado mexicano y extranjero.

En lugar de estar pensando en generar monopolios de Estado, el Ejecutivo debería de estar pensando en aumentar nuestra competitividad, simplificando los trámites gubernamentales y evitando los impedimentos de entrada de las inversiones que únicamente provocan retrasos, altos costos regulatorios e incertidumbre en los empresarios que arriesgan sus capitales.

Podrá Don Alfonso Romo tener buenas expectativas para el sector privado en México, porque esa es su principal función y así debe expresarlo a la iniciativa privada. Pero es esencial que influya en el presidente para que no continúe cambiando el entorno de negocios en México dando inseguridad al sector privado que es el que principalmente genera riqueza en el país.

Que quede claro, de una vez por todas, que si el presidente lo que desea es regresar a una economía en donde el gobierno sea el que pretenda crear la riqueza y además administrarla a su antojo, eso deviene en destruir al sector privado, experimento que ha fracasado a través de la historia y en todos los lugares de nuestra geografía.

Si Alfonso Romo es el único dique que queda en este gobierno para evitar que esto suceda, gran labor le queda adelante para evitar estas amenazas tan cantadas por el presidente. Hasta ahora, lo que ha dicho el presidente lo ha cumplido, pero por desgracias nada más las cosas malas que nos afectan a los mexicanos, porque todas las demás, como el combate a la corrupción, arreglar la inseguridad, el crecimiento económico y tener un gobierno eficiente, nada más han sido promesas incumplidas.