Estimo que ya nos han quedado muy claras las intenciones del presidente de la República sobre lo que realmente quiere de Nación para sí mismo, en primer lugar, y para todos los mexicanos.
Desea a un México sometido a su voluntad, ya que es el único que tiene el discernimiento suficiente para interpretar la historia y la señal que nos manda para lo que el “pueblo desea”.
El presidente no cree en ninguna de las reglas establecidas por sus antecesores, aunque declaró muy enfáticamente que podía gobernar con los dictados de la Constitución de 1917 en su condición original. Es claro que no desea hacerlo así, puesto que dicha constitución tenía muchos preceptos de libertad económica que detesta nuestro presidente.
Nuestro primer mandatario no quiere ser mandatario, no entiende el término, lo que quiere es ser mandante porque considera que las urnas le otorgaron el mandato para mandar no para ser mandado. Así envía instrucciones al Congreso de la Unión para que no le quiten “ni una coma” a sus iniciativas, así persigue y denosta a integrantes del poder judicial por emitir resoluciones en sentido contrario a lo que él dicta.
¿Realmente los mexicanos deseamos eso?
• Un país militarizado en el que ejército y marina manejen puertos fronterizos y marítimos, construyan aeropuertos y ferrocarriles, se encarguen de las funciones policiales y realicen un sinnúmero de actividades civiles.
• Una administración pública opaca que pretende esconder todo lo que hace y cómo lo hace por un prurito de “seguridad nacional”.
• Autoridades electorales bajo el mando del presidente de la República y de su secretario de Gobernación, o, inclusive, de los mandos militares.
• Asociación con el crimen organizado para llevar a cabo labores de control político y electoral.
• Monopolizar y estatizar todas las actividades energéticas, desde la exploración, extracción, almacenamiento, transporte y distribución de hidrocarburos, así como la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, eliminando toda intervención de la iniciativa privada en esos rubros.
• Controlar las universidades, empezando por la UNAM y el CIDE, para que el conocimiento y la cultura de México se enfoque únicamente en lo que cree el presidente, sin importar que sea falso o verdadero.
• Gobernar a base de decretos y memoranda, en lugar de hacerlo con los dictados de la ley y el Estado de Derecho.
¿Realmente queremos eso los mexicanos? ¿Sabemos las consecuencias que eso acarrearía?
Esa es la problemática que debemos de despejar cuanto antes, mientras los organismos llamados “cúpula” se quedan estáticos y dubitativos (claro, con sus honrosas excepciones como la COPARMEX), los partidos de oposición siguen inmersos en los intereses personales de sus dirigencias, el PRI le hace el juego al régimen y Movimiento Ciudadano quiere sacar raja del río revuelto.
Nos queda muy poco tiempo para realizar acciones contundentes en contra de la Nación que se nos ofrece por el presidente, se que la solución debe de provenir de las clases medias. Muchos integrantes de ellas se han arrepentido de haber caído en el engaño al que el presidente sometió al país entero.
Debemos empezar por exigirles a los legisladores de todos los partidos, empezando por Morena, que no estamos de acuerdo con el apoyo que le brindan al presidente en todas las barbaridades que ha instrumentado para el sometimiento del país a su única voluntad.
Mientras los legisladores no sientan la presión ciudadana, seguirán sujetos a la presión presidencial. Debemos los ciudadanos ejercer una presión mayor a la que el presidente despliega, para que los legisladores comprendan que los ciudadanos tenemos el poder del voto para ponerlos y quitarlos.
También es responsabilidad de los ciudadanos, directamente y a través de las organizaciones de la sociedad civil, organismos empresariales, gremios profesionales y los académicos, de hacerle ver a los apoyadores del presidente, que de continuar sustentándolo nos llevará al abismo de una depresión económica, grandes niveles de pobreza y sufrimiento, inseguridad desenfrenada, pérdida de libertades y niveles de bienestar.
¿Esa es la nación que todos queremos? La respuesta es clara:
¡NO, actuemos en consecuencia!