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La gran mayoría de los mexicanos, incluyendo a quien escribe, nos vimos esperanzados con la posibilidad de que ante el triunfo de AMLO pudiere haber acciones contundentes para resolver los grandes problemas que aquejan al país: la inseguridad, la corrupción, la pobreza y desigualdad, la falta de Estado de Derecho, el abuso de las élites llamadas “La Mafia del Poder”, a través de los monopolios, sindicatos y verdaderas mafias del crimen organizado.

AMLO desarrolló durante su campaña una narrativa electoral impecable: los gobiernos que le antecedieron fueron corruptos, “neoliberales” que abusaron de la libertad para permitir abusos en contra de los desposeídos, conservadores que desean que las cosas permanezcan como están para seguir abusando del pueblo, sin respetar la ley. Todo ello generó una gran esperanza y apoyo, ante la innegable realidad que vino Peña Nieto a acendrar, aunada con la imagen creada del “PRIAN” que hizo conjugar a todos los males de México con una supuesta alianza del PRI y del PAN, aprovechando los acuerdos logrados con las famosas Reformas Estructurales, que en su mayoría (con la excepción de la reforma fiscal), fueron propuestas hechas por los gobiernos de Fox y Calderón que le fueron negadas por el PRI como oposición.

Pero ahora, ante el ejercicio pleno del poder del nuevo gobierno de López Obrador, la narrativa se agota y cada vez más se vuelve chocante y hueca. Las conferencias mañaneras empezaron siendo un aparente diálogo de comunicación de Gobierno Abierto entre el presidente con su pueblo. Pero, conforme ha venido pasando el tiempo, poco a poco, se ha ido descubriendo un burdo intento de manipulación de la psique popular para hacer pensar a la gente que, aunque el presidente y su partido tienen un enorme poder para cambiar las cosas, no lo pueden hacer porque las fuerzas del pasado no se lo permiten.

Pero la fría realidad ha venido persiguiendo al nuevo gobierno de la pretendida 4T, convirtiéndose en su peor enemigo y opositor. Así, los índices de violencia no se contienen, el crecimiento económico va en franca picada, no se ha perseguido en lo absoluto a la corrupción, ni siquiera se ha actuado para castigar a los huachicoleros, no ha habido reacción alguna en contra de los embates de los francos ataques de Trump a nuestro país. AMLO ha formado un consejo con los que antes fueron claros representantes de la Mafia del Poder, AMLO ordena a través de un memorándum a miembros de su gabinete el no aplicar la constitución y las leyes en materia educativa, para luego verbalmente defender su determinación erigiéndose en el único impartidor de justicia en el país sin consideración alguna al Estado de Derecho.

El nuevo gobierno pretende hacer creer a la gente que repartiendo dinero sin ton ni son y con la Guardian Nacional se resolverá el problema de inseguridad en México, cuando el problema tiene más que ver con la toma de un auténtico poder soberano del crimen organizado a las instituciones del Estado Mexicano, dígase a los cuerpos policiales, al ejército en muchos de sus mandos, a las fiscalías y ministerios públicos, a algunos gobernadores a innumerables presidentes municipales y múltiples empresarios sin escrúpulos. Sin embargo, esto requiere profundas acciones coordinadas de los órganos del Estado para solucionar este complejo problema, necesitándose una gran movilización nacional compleja y tardada.

El peligro es que López Obrador parece ser que, ante la imposibilidad de que mágicamente con una mera narrativa desaparezcan los grandes males del país, cada vez se desespera más y en lugar de reconocer la realidad y actuar en consecuencia con visión de Estado, con sabiduría y prudencia, reacciona en contra de sus antecesores que “dejaron un cochinero”, de sus “adversarios”, criticando a la “prensa fifí”, a los “conservadores neoliberales”, haciendo cada vez más obvio el agotamiento de su narrativa que evidencia que el presidente no puede con su responsabilidad y, por lo tanto, recurre a echarle la culpa a todos los que no tienen nada que ver con su gobierno.

Ante esta gran amenaza que se nos viene encima, los ciudadanos no debemos quedarnos callados. Todos podemos de alguna manera u otra, incidir en alguna persona relacionada con el gobierno federal. Si lo hacemos, podemos generar una gran tendencia nacional a que las cosas se hagan bien. No se trata de atacar a AMLO, eso, en este momento, sería un gran error que provocaría una reacción aún más virulenta del presidente que no ayudaría a arreglar las cosas sino las radicalizaría en detrimento de la paz social, generando aún mas ataques al orden constitucional.

Aún estamos en un momento propicio para que se arreglen las cosas. Ojalá y el presidente se serene y rectifique por bien de México.