México ha tenido un desarrollo de las capacidades ciudadanas sumamente bajo. Las razones son comprensibles. Desde el proceso de la entrada de los castellanos al Altiplano y el proceso de fusión de razas ibéricas y de los pueblos originarios, nuestro país estuvo, básicamente, dividido entre peninsulares, criollos, mestizos e indígenas, habiendo grandes porciones de personas con mínima educación.
A partir de la independencia, el proceso democrático fue más teórico que real, amén de las grandes convulsiones políticas, invasiones extranjeras que México sufrió en el siglo XIX, hasta que llegamos a la dictadura porfirista, en donde la democracia fue una mera simulación, pasando por la Revolución mexicana, y la creación del sistema que devino en el PRI, en donde hubo lo que se le llamó una “democracia dirigida”, pasamos al Siglo XXI, con las primeras elecciones presidenciales “libres”. Las catalogo entre comillas, porque en una cultura que no es democrática porque no la ha existido ancestralmente, lo libre de una elección es relativo, porque el voto se ejerce casi a ciegas.
Esta situación es una de las principales causas de la razón por la cual México no ha tenido el desarrollo económico, social ni político que necesita para el bienestar de su población, que ha estado sujeta al abuso de las clases dominantes y dirigentes del país, y esta es la razón principal por la que nos encontramos ahora inmersos en la turbulencia de un gobierno populista/conservador que pretende ser liberal y de izquierda.
Pero ¿qué podemos hacer para solucionarlo? Esta es una larga carrera, que, aunque no lo consideremos como creíble, hemos hecho grandes avances. El más importante es que hemos desarrollado un sistema electoral que sí nos garantiza que los votos emitidos por los ciudadanos cuenten y se cuenten.
El problema es que los ciudadanos tenemos que elegir a las personas que postulan los partidos políticos, que están dominados por camarillas que han cerrado a sus propios militantes los procesos democráticos para postular a sus candidatos, y las famosas candidaturas independientes son una mera quimera, ya que el procedimiento para lograrlo es costos y difícil de lograr, por lo que las pocas candidaturas independientes que ha habido han sido financiadas por personas o grupos que no han actuado siempre de buena fe.
Por lo anterior, la oferta de candidaturas a todos los puestos de elección popular está generalmente conformada por personas cuyo principal interés es satisfacer las necesidades y beneficios de las camarillas de poder que dominan a los partidos, que no son necesariamente las que tienen los mejores perfiles.
Lo anterior, se da dentro de una cultura en la que a la ciudadanía le interesa todo menos la política. Es por ello que es necesario que trabajemos incansablemente para desarrollar ciudadanía, mediante capacitación cívica de qué es un diputado, qué es un senador, qué es un diputado local, qué es un regidor y concejal, a quiénes representa, cuáles son sus funciones, cómo opera el proceso legislativo, qué derecho tenemos los ciudadanos sobre ellos, cómo los podemos vigilar, cómo nos deben de rendir cuentas, qué podemos hacer para que nos hagan caso a los ciudadanos, cómo podemos impulsar que haya elecciones primarias para que los candidatos sean postulados por los ciudadanos y no por las camarillas de poder dentro de los partidos, cómo le podemos dar poder al ciudadano, etc.
En conclusión, para que podamos desarrollar un país en el que su gobierno se preocupe en servir a los ciudadanos para que haya bien común, es indispensable que el ciudadano tenga el poder político necesario para exigirle cuentas a los servidores públicos, porque le da seguimiento a su conducta y conoce sus responsabilidades, para que luego el ciudadano postule a los mejores perfiles de hombres y mujeres que nos representen y nos generen los bienes públicos que necesitamos, como son, seguridad y justicia, salud, educación, trabajo, vivienda, cultura y esparcimiento para la realización de los anhelos de nuestra vida y la de nuestras familias.