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Número cero/EXCELSIOR

El hallazgo de una candidatura opositora competitiva para 2024 es el libreto de la oposición pérdida. Los grandes partidos están divididos y enquistados en cúpulas anacrónicas, a pesar de rearmar su maltrecha unión del Va por México contra López Obrador como su única causa común. Afectada por el síndrome de Cronos, la oposición política carece de horizonte claro por su temor insuperable al desplazamiento.

La soledad política es el purgatorio opositor, como del que vive bajo la amenaza de la hibris que lo persiguió por años y cumplió su castigo al expulsarlos del poder en 2018. Desde entonces, sus estrategias fallidas y falta de renovación no han hecho otra cosa que agudizar el padecimiento de Cronos, nombre dado a esa patología por el dios griego que devoraba a sus hijos por el temor a ser derrocado por ellos. Ese miedo induce el mayor de sus errores, que es vivir en función del comportamiento del Presidente y creer que sin él volverían a reinar.

Parten del error de pensar que él los engulló y no los electores, a los que en el fondo temen y culpan de haberlos sacado, y ahora se ofrecen a rescatar. Si se quejan de una presidencia autoritaria y dominada por hibris de la desmesura, a ellos los somete el miedo a quedar alejados del privilegio y canonjías. Lo que puede observarse del PAN, PRI y PRD, o de nuevas plataformas políticas, como la de Mexicolectivo, son las mismas caras de siempre; iguales discursos abstractos y formales, que poco dicen y menos a los marginados de la economía y la sociedad, desaparecidos de sus líneas, y las mismas propuestas que se estrellaron en las urnas, sin mayor atisbo de autocrítica, aunque ahora aderezan con el salvar a México de los que les dieron la espalda.

Para comprobarlo basta ver las viejas simulaciones y componendas cupulares, primero, en la ruptura de la coalición Va por México por sus diferencias con la militarización, y segundo, en su reunificación gracias a acordar sólo el reparto de candidaturas en Coahuila y Edomex en 2023 y la presidencial, en la que el PRD queda mal avenido. Éste les reclama abrirlas a la sociedad civil y recibe el trato del que recoge las limosnas. El PAN y el PRI se reparten el pastel para regresar la “paz y tranquilidad a los mexicanos”, sin pista alguna de que piensen impulsar una candidatura que se identifique con la pobreza, marginación o la discriminación que dejaron de representar.

O ver la eclosión de un PRI al que sólo une estar en Va por México como único camino para sobrevivir frente a Morena. Les parecen convincentes los resultados de las elecciones de 2021 en la CDMX y en el Congreso para eximirse de la falta de proyecto. De propuestas que vayan más allá de sólo satanizar al gobierno de López Obrador. Es lo que les reclaman nuevas organizaciones como Mexicolectivo, de políticos y académicos cercanos a esos partidos, pero también afectados por el mismo mal de Cronos.

El grupo se lanzó esta semana para convocar a un nuevo “proyecto de nación” con discursos de inclusión y pluralidad, repetidos como sinónimo de democracia durante las últimas dos décadas. Por eso su experiencia podría ser muy útil para explicar las desviaciones y omisiones de la democracia del poder compartido del PRI y el PAN. Pero también se encontraron con la hibris de López Obrador en una reprimenda desmesurada a Cuauhtémoc Cárdenas por participar en ese grupo, que lo obligó a declinar para no ser visto como opositor en medio de una polvareda mediática que borró la iniciativa.

El problema de la oposición política es que su principal motor es recuperar el estatus anterior a su desplazamiento, sin nunca entender por qué fueron rechazados en las urnas. Desde entonces no se adaptan o acomodan a sus nuevas circunstancias y a las condiciones de un país que cambio a su pesar, posiblemente porque desde antes habían hecho poco o nada para cambiar la realidad que catapultó el liderazgo de López Obrador. A eso se debe su incapacidad para generar una nueva visión de país y dejar pasar casi un sexenio sin ofrecer una alternativa creíble y liderazgos competitivos. Sus cúpulas y figuras prominentes se enfrentan por rastrojos de poder que los dividen y los hacen ver como defensores de privilegios y canonjías.