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Es claro que en todo el año que lleva el presidente dirigiendo al país en cada momento se polarizan más los ánimos. Por un lado, tenemos a las personas que, haga lo que haga López Obrador, van a decir que es la cosa más maravillosa del mundo, que es lo correcto y que debe de continuar haciéndose. Por el otro, tenemos a gente que dice que todo lo que hace el presidente está mal hecho, es una ocurrencia o es el resultado de una persona que tiene demencia senil.

Tenemos a un presidente sumamente popular que se encuentra conectado con su pueblo constantemente (nunca antes en la historia se había dado). Situación que aun más sorprende que suceda en un país como México, con la cultura de gobiernos autoritarios que tenemos, desde que los aztecas asediaban al Altiplano, con los Tlatoani, pasando por el Rey de España y los Virreyes, en la Colonia; en la independencia, con emperadores y dictadores, y en el Siglo XX con el PRI autoritario. Todos esos gobiernos se caracterizaban con el casi culto de dioses dado a nuestros dirigentes, que nunca tenían comunicación directa con el pueblo.

Sabemos claramente que la inversión privada es la principal que se da en el país y ésta nomás no se está realizando. Ello no ocurre porque existe una gran incertidumbre respecto a la forma en que se va a conducir el país respetando o no el Estado de Derecho. Lo peor que puede afrontar un emprendedor es no tener certeza respecto del entorno económico y jurídico en el que se encuentra realizando sus negocios.

Pero seriamente, lo que podemos afirmar es que ha habido muchas disrupciones en la vida económica y política del país, que sí hay una clara amenaza a regresar al autoritarismo del Siglo XX y que el crecimiento de la economía no existe, sino al revés, va hacia atrás.

Podemos afirmar también, que ha habido muchas disrupciones en la vida económica y política del país, que el crecimiento de la economía no existe sino al revés va hacia atrás y existe una clara amenaza a nuestras libertades al ver el proceder de las autoridades, del poder judicial y del Congreso, que cada vez más se acercan a generar un sistema de control autoritario so pretexto de cuestiones fiscales incumplidas.

Ante esta situación, a los grandes empresarios se les ve papaloteando alrededor del presidente, viendo qué oportunidades le pueden sacar a las grandes inversiones de infraestructura que planea el gobierno, independientemente del bien o del mal que las mismas le ocasionen al país, con expectativas del negocio redondo que una canonjía de AMLO les pueda representar, pero siempre esperando al final de una clara definición.

Mientras los empresarios medios, pequeños y micros, ven con recelo la actuación del presidente, quedan sin invertir ante el enorme riesgo de reglas del juego imprecisas o con tendencias de control político, o simple miedo de caer en una imprecisión fiscal que les pueda costar todo su patrimonio, e inclusive, su libertad.

Es por ello, que no debemos de atenernos a los “acuerdos” que haga el presidente con los grandes empresarios, sino desarrollar el enorme poder que tiene el ciudadano con su voto.

Para esto es necesario Impulsar a la acción política de la sociedad civil, que a la vez empuje a los partidos no-aliados con el régimen a que se escojan los mejores perfiles de hombres y mujeres comprometidos a que las cosas cambien para que haya orden y respeto en nuestro país. Para que nuestra economía se mueva por la oportunidad de generar riqueza y no por sacar una raja fácil de un contrato de gobierno, que no le ayude al país, sino que ponga a su economía en una situación desventajosa.

Debemos de darnos cuenta, que la apuesta debe de ser alentar nuestra participación en el mundo de lo público, impulsando a los medios, pequeños y micro empresarios a esta acción. Ellos darían un gran valor a esta lucha, porque son quienes más contribuyen al desarrollo.