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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

El poder es un mando fáctico, que exige influir en el curso de los acontecimientos; o, de lo contrario, se deja de tener por culpa del que lo posee. A siete meses en Palacio Nacional, la Presidenta comienza a dar muestras claras de ejercer la fuerza del cargo, incluso contra la voluntad de sus huestes y sin atender a sus intereses.

En últimos días ha tomado decisiones que ejemplifican su manejo del poder del storyline para comunicar y transformar oportunidades de su gobierno: desde un manotazo a campañas adelantadas en Morena, la anulación de una “macro” licitación de medicinas por corrupción en la megafarmacia pública Birmex, hasta entrar a saco contra el huachicol fiscal de hidrocarburos, denunciado en puertos y aduanas desde hace tiempo.

Son pruebas de ejercicio de poder para cortar fuentes ilegales de financiamiento de la política y corrupción, que prosperan en el silencio y la complicidad incluso de gobiernos que “barrerían” con ella, como su antecesor.

Podrían juzgarse como acciones de relativo impacto, pero en los fondos tocan importantes riesgos para su liderazgo y respaldo a su gobierno, e incluso la hegemonía de su partido. Revelan el estilo de un poder suave, pero que conoce los botones para marcar límites a conflictos antes de que la desborden y resistencias al interior de Morena, que ya han frenado iniciativas suyas en el Congreso contra el nepotismo, de seguridad o el desafuero de Cuauhtémoc Blanco.

El anuncio de una carta los próximos días para leer la cartilla y recordar los principios a Morena es otra muestra de influir en su comportamiento, o intentarlo, a propósito de la campaña temprana de la senadora Andrea Chávez; aunque también tiene dedicatoria al hijo del expresidente, Andrés López Beltrán, que ya ha saltado a los sondeos de presidenciables para 2030.

La Presidenta no puede darse el lujo de que campañas adelantadas desaten una carrera por dinero y apoyos irregulares cuando apenas construye su propio espacio de poder. La corrupción es el riesgo mayor para su gobierno y la hegemonía de Morena por las divisiones e intrigas que generan la disputa de recursos. Si el poder político desgasta, el uso político de las corruptelas drena el apoyo popular y tribaliza la lucha partidista, como se ve en choques tempranos entre sus cúpulas legislativas y la resistencia de Adán Augusto López y de Ricardo Monreal a iniciativas presidenciales.

De sus últimos movimientos se reconoce la entrada de “aire fresco” a Palacio hasta por la prensa más cercana al obradorismo, que en un mensaje de Rayuela de La Jornada sentenciaba en su lenguaje críptico: el “que manda, mata”, en alusión a la desautorización del proselitismo de Chávez hacia la elección de 2027 en Chihuahua.

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Sheinbaum ha cargado con el cuestionamiento de su liderazgo a la sombra de López Obrador, pero sus hechos hablan cada vez más de un giro de políticas y marcar distancia con allegados a aquél, aunque no signifique que vaya a romper con su mentor político. Ese cuestionamiento también revela la debilidad de una oposición que ve su única oportunidad en la ruptura y división de Morena.

Si el poder no se emplea, se pierde, aun con triunfos arrasadores y una mayoría aplastante en el Congreso, como tiene Sheinbaum. Desde hace unos meses comenzó a dar un “volantazo” a la política de seguridad de la inacción de los “abrazos y no balazos” a una nueva estrategia contra la violencia a través de la persecución de delitos de alto impacto. En una ruta que tampoco habría podido evitar en el camino cerrado de la guerra contra el fentanilo y los cárteles desde que Trump llegó al poder.

Hay otros ejemplos que, además, pisan callos, como pronunciarse por investigar el accidente del Parque Bicentenario a la empresa organizadora del Axe Ceremonia, de la cual se señala cercanía con López Beltrán. El poder se puede perder también por soportar lo que produce rechazo. Sheinbaum no ha cerrado los ojos al cáncer de la corrupción en Birmex, en extremo sensible por las oportunidades de desviar recursos a la política en licitaciones millonarias; y tampoco otro de los típicos negocios para financiar la movilización política como el huachicol fiscal. Detrás de los cuales hay grupos políticos vinculados a gobiernos.

Sheinbaum no puede permitirse que se le descomponga la casa cuando enfrenta la “guerra comercial” de Trump y muy pocos recursos internos para contenerla; el volantazo indica que no está dispuesta a comer lumbre.