NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
Trump ganó todo para regresar a la Casa Blanca enfundado en cuasi “Rey”. Su triunfo contundente coloca a la Presidenta de México en la situación de gobernar frente al espectro del liderazgo de un hombre fuerte, conservador y machista, que pondrá a prueba la habilidad y destreza política que necesita para evitar que le reste energía al amplio margen de acción que tiene de las urnas. Su victoria en la Presidencia y el Senado materializa el peor escenario para México por ser el país más expuesto a la “revolución conservadora” y la agitación económica de la geopolítica que augura su mandato para el mundo. Como dijo en su discurso de victoria, “vamos a arreglar todo lo que está mal” en clave de sus guerras internas, así como las eternas externas en favor del proteccionismo, contra la migración o el narcotráfico. En todos esos objetivos, México está en la primera línea de fuego.
Ante ello, es obligado el mensaje tranquilizador que rebaje incertidumbre y volatilidad de los mercados. Pero, más allá de decir que “no hay motivo de preocupación”, Sheinbaum tiene un doble reto. Primero, encontrar la forma de manejar la presencia amenazante y la presión constante de la desinformación con retórica antimexicana de Trump y, segundo, disipar las sombras de las reformas inciertas en justicia, energía o eliminación de órganos autónomos que heredó de López Obrador y pueden convertirse en una desventaja para evitar una renegociación que no desea del T-MEC.
Si bien el aval de la Corte a la constitucionalidad de la reforma judicial fortalece su liderazgo, su implementación sobrecarga la agenda y complica la libertad de acción de su gobierno; además de debilitar a los tribunales en las negociaciones comerciales y alentar mayores exigencias de inversionistas estadunidenses. Por la fuerza con que regresa, las alarmas en México estarán encendidas en dirección a Washington, porque cualquier ruido de su discurso violento y xenófobo puede sacudir el país. Pero también hay temas comunes que nos hacen interdependientes y cuya solución cruza por el interés de ambos gobiernos en el terreno de la economía y el comercio; tanto como potenciales conflictos por la barrera que quiere imponer sobre el 60% de importaciones chinas.
La estrategia de Sheinbaum, desde los ataques en campaña y la reacción a su triunfo, ha sido no confrontar y concentrarse en responder a los temas que le preocupan, en un difícil equilibrio de “coordinación sin subordinación” que usa como mantra de la relación bilateral. Parece confiar la clave del trato con Trump en demostrar colaboración en asuntos sensibles como la migración, y de persuadir con argumentos y/o propuestas que lo convenzan del beneficio del trabajo conjunto. “No competimos entre nosotros, nos complementamos”, repite a cada amenaza de castigar con aranceles para doblar en la negociación con la ferocidad del convicto que vuelve a reinar.
Es una interrogante saber si el arma de la diplomacia preventiva le permitirá evitar escaladas de disputas y limitar el conflicto con un líder que prometió establecer una breve dictadura si regresaba al poder; si será suficiente para disuadir de la idea de concluir el muro u optar por atacar a los cárteles de la droga; y tampoco si está preparada para los peores escenarios en el T-MEC o la adopción de aranceles con que obligarla a recibir millones de deportados o tratar a los cárteles como terroristas.
También es muy optimista creer que la diplomacia logre controlar la personalidad sorpresiva e imprevisible de un político antiinstitucional o los bulos constantes, como afirmar que “estamos siendo invadidos por México”. Pero es lo único que tiene a la mano frente a un líder que vuelve con todo el poder para llevar a cabo sus reformas contra lo que llama el “estado profundo” de guardias pretorianas de las agencias de información y seguridad, el aparato de justicia y grandes afectaciones económicas, como augura el proyecto 2025 de un grupo ultraconservador que se identifica con el republicano, aunque éste se deslinde de algunos de sus planteamientos.
A ese enorme poder se enfrentan las armas de la mediación, la conciliación y negociación que usará Sheinbaum para protegerse con un desarme preventivo. Por lo pronto, no parece haber otra mejor forma de tratar a Trump que la diplomacia y la negociación pragmática por tratarse, ante todo, de un hombre de negocios; mientras pueda crear las condiciones para reducir la incertidumbre y la desconfianza que genera el nuevo “Rey Trump”.