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elcristalazo.com

Dice el gran Pessoa en el libro del desasosiego: de nada sirven las explicaciones porque nunca explican nada. Y cuando no hay ni siquiera aclaraciones, pues peor.

Así, en cuanto al Cártel de Sinaloa como protagonista indirecto de las decisiones presidenciales, incluidas sus innecesarias y frecuentes visitas a Badiraguato, con la madre del Chapo Guzmán como personaje invitado, en el catálogo de las casualidades increíbles, las cortesías del disimulo y los servicios de mensajería para mejorar las condiciones carcelarias del Chapo, reo en los Estados Unidos utilizando la investidura como servicio de correo en favor de un particular –como Sarkozy con Florence Cassez–, todo ha sido presentado con argumentos increíbles.

“(La silla rota).- “Me dicen que estaba la mamá de Guzmán Loera, y que quería hablar conmigo porque me quería entregar una carta, entonces ya cuando vamos… termina la exposición del avance del camino, ya nos subimos a la camioneta y está la camioneta de la señora. Entonces le digo ‘espérate’, le dije a quién iba manejando, ‘espérate, me voy a bajar'”, relató López Obrador en su conferencia mañanera…”

Por ahora y quizá para siempre, dejemos de lado las acusaciones de la narco presidencia, el narco presidente y todos sus conexos.

Ninguno de los casi 15 mil presos de origen mexicano en las cárceles americanas asociados a la actividad de los cárteles mexicanos (famosos y desconocidos), ha ofrecido –ni como testigo protegido ni como declarante en un proceso judicial– pruebas fehacientes o incontestables de ninguna asociación entre el gobierno mexicano en su más alta esfera y la actividad criminal.

Y si lo han hecho, bien se ha guardado la administración americana los datos (si existieran), para presionar a México en cualquier momento, como suele suceder. Pero todo eso es especulativo.

Donde no hay espacio para el espejismo (especular quiere decir mirar un espejo), es en el puente entre dos acontecimientos: el “culiacanazo” y el “mayazo”, por así llamar a la misteriosa captura de Ismael Zambada a quien sólo pudieron capturar en toda su carrera, un periodista octogenario (mientras dizque lo buscaban todos los servicios nacionales de seguridad) y un gobierno extranjero, responsable (lo admitan o no), de su extracción.

En este caso –y volveremos sobre el primero, el “culiacanazo”–, resulta inevitable recoger una pregunta del académico Sergio Aguayo, de “El Colegio de México”:

“…Inevitable preguntarse (en el caso de su penosa ignorancia y los tropiezos cuando la pretenden disfrazar de indignada solicitud de información al extranjero), sobre los cuatro servicios de inteligencia mexicanos. Dos civiles, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y, dentro de la Fiscalía General de la República, seis fiscalías y dos unidades especializadas en delincuencia organizada. Dos militares, el Sistema de Inteligencia Militar (SIM) en la Sedena y la Unidad de Inteligencia Naval (UIN) en la Semar…

“…Todas ellas, dependencias con presencia en todo el territorio y enormes recursos. Por las cuentas públicas sabemos que en este sexenio el CNI ha recibido 17 mil 72 millones de pesos y la UIN 5 mil 431. No detallan cuánto gastó la Sedena, una dependencia que, solo en este sexenio, ha recibido 936 mil 411 (cantidades en pesos constantes con año base 2022). Ignoramos, por tanto, lo asignado al espionaje de ciudadanos y funcionarios. Debe ser bastante…”

Por lo visto para los servicios de seguridad nacional es más importante conocer cuánto ganan los periodistas incómodos. Atender y comprender los hechos, calibrar la información, sembrar informantes, “orejas” y “ojos” por todas partes para enterarse de los movimientos de los criminales y como consecuencia paralela de los agentes extranjeros no resulta importante.

Los miles y miles de millones de pesos gastados en espionaje legal, no han servido para saber cómo debajo de sus narices los americanos construyeron los andamios de la traición cuyo resultado hoy es sencillo: un gobierno pasmado, en manos de diletantes (como la futura secretaría de Gobernación, Rosa Icela), incapaz de hilar una respuesta de parejura.