COMPARTIR

Loading

Número cero/EXCELSIOR

La sobrerreacción a los percances en el Metro con la toma de la Guardia Nacional de sus instalaciones es un riesgo político para las aspiraciones presidenciales de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Tanto como inútil como medida de seguridad para cuidar a los usuarios si el problema de las fallas es la operación y falta de mantenimiento, como reclaman sus trabajadores y clientes, de un transporte envejecido y descuidado por décadas.

Pero estamos a unos meses de la selección de candidato de Morena para 2024 y el Presidente no quiere correr el riesgo de que otra tragedia descarrile su modelo de sucesión. Dio su total apoyo a la petición de Sheinbaum de enviar seis mil elementos al Metro con la justificación del peligro de sabotajes por los “episodios anormales” que —dice —ya se han denunciado en la Fiscalía CDMX. No obstante, el efecto sobrerreacción abre un dilema para la jefa de Gobierno porque el costo puede ser más alto que atacar el problema, si de lo que se trata es de proteger su candidatura de un traspié político más que la seguridad de los usuarios.

La sucesión viaja también en el Metro. La tragedia de la Línea 12 golpeó a los punteros en la contienda, a Marcelo Ebrard, por los defectos de su construcción, y a Sheinbaum, la favorita del obradorismo para 2024. Su alta vulnerabilidad es un imponderable en su carrera presidencial porque el Metro es su responsabilidad. Nadie duda que deba garantizarse la seguridad de los usuarios ni del riesgo de un servicio minado que transporta a casi 5 millones de personas al día como dentro de una caja de pólvora.

Sin embargo, la amenaza de un colapso no se previene con la militarización de estaciones cuando ésta proviene de la operación del servicio, como apuntaron las autoridades, en un principio, sobre el reciente accidente de la Línea 3. Luego, Sheinbaum adujo hechos “atípicos” como un objeto lanzado a las vías, el hallazgo de la caja negra de un tren siniestrado en una camioneta del Metro o la explosión de una llanta, para alegar daño intencionado para afectarla. Tampoco nadie duda del interés de sus adversarios de politizar las tragedias.

Pero, normalmente, son los resultados los que más dañan a un gobernante y a sus aspiraciones políticas como las de Sheinbaum. La hipótesis del sabotaje para evadir su responsabilidad por el mal funcionamiento del Metro suena tan pueril como sugerir el interés de los trabajadores de dañar su propio medio de trabajo, sobre todo sin indicios claros. El Gobierno de la CDMX conoce su añejo deterioro y por eso anunció en 2022 un estudio de la red para determinar el estado de su empeoramiento. Su respuesta ante este accidente y otros tres en una semana se parece a la sobrerreacción del sistema inmune a ciertos alérgenos comúnmente hallados en el exterior, en este caso políticos.

No se trata de minimizar los riesgos, mucho menos las tres tragedias —todas ellas con muertos— desde 2018 que llegó al cargo. Sino de señalar la situación difícil y comprometida de Sheinbaum por un problema que no creó ella, pero que hoy, inevitablemente, le toca. El dilema es que el deterioro y la falta de mantenimiento son alérgenos para su candidatura, tanto como la percepción de que no ha sabido cómo actuar o minusvalorar las consecuencias hasta que los accidentes comenzaron a cobrar factura política.

La carga de un destape temprano y ser blanco de la competencia por encabezar las encuestas hacen mella en el sistema inmunológico de su gobierno. Su imagen, además, acusa el golpe de denuncias por una campaña anticipada para darse a conocer en el país de cara a la encuesta de Morena, pero ahora corre el riesgo de que su posicionamiento sea negativo hasta llegar a poner en duda su aptitud para el cargo. Incluso, que despierte temor en el Presidente sobre su capacidad para enfrentar crisis imprevisibles, aunque ha sido él quien salió a respaldarla con la Guardia Nacional.

Su decisión de suspenderla para desactivar las críticas y concentrarse en su gobierno contribuye a su autoprotección. Pero la sobrerreacción con la GN en el Metro es un riesgo. Refleja que, entre varias posibilidades de actuación, elige la que preserve su candidatura si poco puede hacer ahora para resolver los problemas del servicio antes de que se defina 2024.