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Debe ser un complot de las fuerzas oscuras del cosmos; negativas y destructoras, porque de pronto, como si un viento malevo soplara y echara abajo las torres de un castillo de barajas (o el paso superior del Metro de la CDMX), muchas cosas se abaten por los senderos de la desgracia, tal si esas potencias malignas quisieran empañar con su poder maligno la bienhechora labor de nuestro supremo timonel; sol de nuestros corazones, copito de nieve, cabecita de algodón y todos aquellos apelativos cariñosos con los cuales el pueblo bueno conoce y reconocer al creador de la Cuarta Transformación de la historia nacional.
El fuego forestal, la sequía inclemente, la suspensión eléctrica, el agua sin caudal o con veneno… puros enemigos.
No importa si en estos días problemáticos, hasta el señor ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas confiesa desde su democrática estatur. Su desconocimiento sobre cuál es el verdadero significado de esa tan celebrada etapa, pues él (tampoco) la ha visto cifrada en documento o tratado capaz de explicar su existencia y contenido.
Simplemente parece una frase más en el diccionario de la fraseología propagandística de una persona: no de un hecho histórico para cuya inscripción real en los anales patrios harían falta por lo menos dos o tres generaciones.
Si de veras existiera, pero no existe.
Pero a pesar de su inexistencia ya se le promete un segundo piso (como el castillo de barajas o el paso elevado del Metro), mientras la oscuridad (será por los apagones), avanza en contra suya y la patria desfallece de sed porque no llueve ni con las ceremonias de gallina sin pescuezo desplegadas en el umbral del primer gobierno científico del México moderno (sin alusión a los porfiristas).
Pero como la cuarta Transformación también tiene reversa, nuestro supremo guía ha insinuado pasitos hacia atrás, casi como el Moon Walking del difunto Michael Jackson, y nos ha confortado con esta bonita explicación mientras el sistema eléctrico se le viene abajo al señor Bartlett, experto en sistemas caídos, por otra parte:
“No, tenemos que evitarlo (el colapso eléctrico), a eso voy ahora (martes), a tener una reunión para que nos pongamos de acuerdo, porque todavía… No todavía, la mitad de la generación de la energía eléctrica se produce con empresas particulares y tenemos que ponernos de acuerdo para QUE SE TENGAN LAS PLANTAS EN BUEN ESTADO, TODAS LAS PLANTAS DE GENERACIÓN, Y QUE TODOS AYUDEMOS…”
¿Ponernos de acuerdo con esos vendepatria. Pues ¿no qué no? ¿Qué todos ayudemos?
–¿Cómo? ¿En esa totalidad también están los traidores, los privados, los fifíes, los enemigos del pueblo, los reaccionarios, los descreídos de nuestra soberanía energética?
Santa Rocío Nahle, ¿a dónde vamos a parar…?
LOS OJOS DEL TELESCOPIO EN TEPETITÁN
Todos sabemos de las imprescindibles aportaciones mexicanas a la carrera espacial. Sin nixtamal no hay Vía Láctea, podríamos decir.
También sería posible –sin riesgo de exageración– presentar esta patriótica tesis: sin los mexicanos, el espacio no habría sido conquistado, ni se habría llegado a la Luna, ni se habrían colocado vehículos de investigación y transmisión de fotografías científicas desde Marte. No sabríamos la triste verdad: el planeta rojo sobrepasa en caudal al sistema Cutzamala.
Bueno, ni siquiera Ray Bradbury podría haber escrito sus célebres “Crónicas marcianas” sin inspirarse en los textos de la literatura nacional y los tacos de suadero.
Y si esto no se divulga de manera tan amplia como el mérito recomendaría, obedece a nuestra modestia genética. No les vamos a quitar la bandera en la Luna a los estadunidenses para colocar allá nuestra enseña nacional. De ninguna manera.
Pero no por eso vamos a dejar de reflexionar sobre este diálogo del señor presidente de la República en una de sus recientes conferencias mañaneras.
Le preguntaron sobre su reunión con directivos de la Nasa y las posibilidades de colaboración.
–¿Sería la misión a la Luna, que tiene contemplada la NASA con una mexicana, o sería una misión al espacio exterior nada más?
–Yo creo que sí es a la Luna, no sé si… Me decían ellos que, cuando yo les dije que Katya (Katya Echazarreta, quien ha participado en misiones espaciales) ya había estado, entonces me comentaron que sí, en el espacio, pero vamos a decir en el entorno.
–En la ionósfera.
–Ajá, en el entorno, que ahora era el espacio. No sé si lo de la Luna, ¿eh?, no me acuerdo.
–Serían dos proyectos, lo que decía el compañero y el otro proyecto de volver a regresar (sic) a la Luna.
–Yo creo para el espacio, porque hablamos de eso. Pero no descarto lo otro tampoco, ellos están mucho muy interesados en que participe México, en que participen los mexicanos, en un plan de amistad sincera”.
Antes se había develado uno de los secretos de la participación mexicana en la conquista sideral, desde aquellos lejanos días cuando Rodolfo Neri Vela (quien criticó el dedazo cósmico en favor de Katia) fue invitado a viajar en un transbordador.
—El director de la NASA me dice que fue compañero de él (de RNV), se formaron juntos, y es el que me cuenta de que el astronauta mexicano, entre otras cosas, porque además es muy reconocido técnica, científicamente, fue él, que les propuso lo de las tortillas…
“Eso seguramente no se sabía, no sé si ellos lo dijeron. Ponían la tortilla y venía la gravedad (viene, viene, le decían)… el alimento que les daban, y que encajaba perfecto y se doblaba, y era un taco…
“…A ver si lo entrevistan, al director de la NASA y le preguntan, por que es interesante. Lo que es México, le tienen mucha admiración a nuestro país, cada vez más a la grandeza de México”.
Obviamente se habló de otras cosas más allá de la sorprendente tortilla sideral (la grandeza de México) y el taco de las galaxias, cuya ingesta –obviamente—permite el acompañamiento de la fuerza y la derrota definitiva de Darth Vader. Y esas cosas fueron los satélites:
–Ya ven cuando se habla de satélite siempre se piensa en satélite espía. Cuando éramos niños allá, en Tepetitán, salíamos en la noche a ver, ahí van los satélites, era cuando la crisis de los misiles”.
Vaya. Eso es una vista 1020/1020 porque los satélites orbitan a 35 mil 780 kilómetros de altura. Y aunque uno esté en Tepetitán, ta’lejos, ta’lejos…
Además espionaje durante la crisis de los misiles (cuando el observador era un párvulo), se hacía con aviones, no con satélites.
“…Un avión espía U-2 de Estados Unidos pilotado por Richard Heyser toma 928 fotografías capturando imágenes de la construcción de una base de misiles nucleares SS-4 en San Cristóbal, al oeste de Cuba” (14/10/1962, San Cristóbal, Pinar del Río, Cuba).
¿Entonces?