Arrancaron las campañas oficiales en busca de la presidencia de la república y las candidatas, al menos ellas tiene un equipo de comunicación que atiende a la prensa, han realizado, propuestas o promesas que resultan casi inviables principalmente porque el costo de llevarlas acabo estarían por encima de un presupuesto federal.
Debemos recordar que el inquilino de Palacio Nacional dejará varios frentes abiertos en las finanzas públicas que ponen en riesgo la salud macroeconómica del país en el futuro, si no se hace un manejo responsable de los recursos, incluyendo el endeudamiento que será uno de los más altos en nuestra historia moderna.
Pero también queda el rezago de la pobreza en el país, que lamentablemente se incremento y que para evitar una mayor inconformidad de la gente se ha hecho uso de programas sociales asistenciales que en poco o casi nada ayudan a la gente que los recibe el salir de la pobreza que viven.
Pero si se han convertido en un pasivo en el presupuesto federal, por lo que se deberá revisar el padrón de beneficiaros para depurar estos programas y solo se otorguen a quienes en verdad los necesite si se quiere seguir otorgando estos recursos.
El daño financiero que se ha creado es que ante la falta de transparencia de los padrones es casi imposible detectar el número correcto de personas que los reciben y si estos en verdad son personas reales o no.
A esto se suman los sub-ejercicios presupuestales que se han realizado y que han provocado que muchos recursos se redirecciones de manera arbitraría y sin registros adecuados, lo que han representa pérdidas de recursos públicos para cubrir las necesidades de la gente, como son medicamentos y servicios de salud.
Pero a pesar de ello las promesas y propuestas son los que nos presentan las candidatas, que siguen pensando que ser titular del Ejecutivo es solamente prometer programas, obras y cualquier otra cosa sin meditar si existen los recursos suficientes para ello.
Ante la aprobación anual de los presupuestos federales que se realizan en el poder Legislativo, sin en verdad cuestionar el uso de ellos y mucho menos comprobar que si se realiza el gasto adecuado.
En este sexenio, totalmente perdido, se confundió dar solución a los problemas apremiantes de la gente, por la entrega de recursos, que solamente son paliativos, pero que ilusionan a la gente cada vez que lo recibe, aunque no les resuelve en nada sus problemas cotidianos.
A esto debe sumarse que se destruyeron gran parte de la infraestructura que brindaba servicios de salud, educación o cuidado a menores y las mujeres trabajadoras y a las violentadas o programas de capacitación para el trabajo todo esto bajo el pretexto de acabar con la corrupción que se daba en el traspaso de recursos. Todo esto se cambio por obras fastuosas, que no han probado su beneficio social, pero que siguen costando bastante caros.
En los últimos años, mucha gente ha vivido bajo la ilusión de recibir estos beneficios como parte de un derecho, pero a cambio de que no se mire hacia los grandes negocios de corrupción que en este sexenio han creado los familiares del inquilino de Palacio Nacional. Es decir, el pueblo sabio, recibe dadivas, mientras que los familiares y amigos del inquilino reciben miles de millones de pesos por contratos otorgados de manera directa.
En términos reales la gente debe conformarse con solo recibir de dos mil a 6 mil pesos cada dos meses, mientras que los familiares y amigos del macuspano reciben por semana miles de millones de pesos.
Pero esto es un tema que las candidatas no han visto y prefieren seguir realizando promesas, que convierten al uso de recursos públicos como una subasta para poder captar mayor cantidad de votos.
Los problemas añejos que el país, siguen estando presentes y las soluciones solo son gastar más y no se buscan soluciones que permiten primero generar riqueza, que a su vez generen mayor calidad de vida y la garantía de que la gente recibirá una calidad en servicios que el estado esta obligado a otorgar.
Desafortunadamente la dinámica perversa que implemento de manera considerable esta administración federal, repito, se ha convertido en una subasta populista que lleva a las candidatas a prometer soluciones casi huecas porque no tienen un sustento financiero.
No se trata de gastar y después ver como se resarce el gasto, sino de ofrecer soluciones con el menor costo, para que los presupuestos se vayan realmente a solucionar los problemas más prioritarios de la gente.