Ahora, más que nunca, es imperioso hacer un llamado a la unidad nacional. Los mexicanos no podemos desarrollarnos dentro del entorno de crispación, odio, división, descalificación y falta de diálogo que hoy en día envuelve a la Nación entera.
Debemos de comprender que hay muchos agravios que tenemos que sanar, que hay innumerables injusticias que tenemos que resolver. Hoy es el momento de pedir la unidad nacional para la resolución de nuestros múltiples problemas de inseguridad, de injustica, de violencia en todos los niveles y desigualdades que ofenden.
Pero la forma de resolver estos problemas no debe ser la destrucción de todo lo que proviene del pasado, sino la comprensión de la extensión del problema para que todos juntos trabajemos para solucionarlos construyendo espacios de diálogo, de comprensión y tolerancia, que nos lleven a emprender una gran solución nacional que nos una y que no nos separe ni destruya.
Creo firmemente que, con la buena fe y con la inclinación natural que tenemos al diálogo, podemos iniciar una auténtica reconstrucción del país, sin destruir lo que se hizo en el pasado, que nos ha tomado tanto tiempos elaborar. Por ejemplo, nuestra valiosa democracia.
El partido mayoritario debe de comprender que la cerrazón al diálogo, lo único que generará es la radicalización del proceso electoral venidero. Deben de recordar que se han llegado a consensos con la oposición, principalmente en la Cámara de Senadores, en temas difíciles como el de la Guardia Nacional o el de la Revocación de Mandato. También recordemos que cuando el PAN
estuvo en el gobierno federal se entablaron diálogos constructivos con la entonces oposición del PRI y las izquierdas que movieron al país a avances que beneficiaron a todos.
El centrar una conversación de odio derivada de la corrupción imperante en el gobierno de Peña Nieto, no nos debe llevar a descalificar todos los avances democráticos que el pueblo de México logró con grandes esfuerzos.
Los mexicanos tenemos un gran potencial para la creatividad y la innovación, no echemos a perder esos activos sembrando odio y encono que no nos llevará más que a la autodestrucción. Aprendamos de los ejemplos de nuestros hermanos latinoamericanos y de lo sucedido en España con su sangrienta guerra civil que lo único que logró fue sembrar la muerte, generar grandes niveles de pobreza y separar por muchos años a las familias españolas.
Aprendamos de lo que posteriormente sembraron los españoles, con el Pacto de la Moncloa, en donde derechas e izquierdas llegaron a un acuerdo que reunificó a España con dos visiones radicales, pero con una directriz única, del logro del bien común.
Estamos en un buen momento de recapacitar y de acordar lo que todos queremos: erradicar la corrupción, tener instituciones fuertes que preserven nuestra democracia, generar un espíritu constructivo de colaboración dentro del Estado de Derecho.
Si seguimos por la senda de la descalificación, del maniqueísmo, del encono y odio dentro de un entorno de lucha de clases, se nos augura como país un futuro incierto, de separación y descalificación que nos lleve a la separación a la incomprensión y a la destrucción de nuestro bello país, que nos deje rezagados de la senda del crecimiento, y del bien común.