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NÚMERO CERO/ EXCELSIOR

Cuando la aprobación presidencial es la más alta en 10 meses de pandemia y no se aprecian obstáculos para manejar su sucesión, López Obrador suelta la preocupación por la continuidad de su proyecto más allá del sexenio. Si bien no es la primera vez que lanza mensajes precautorios sobre el futuro de la 4T, ahora destaca su intranquilidad incluso si en 2024 gana un candidato de Morena. Su reserva con políticos de sus propias filas expresa desconfianza y fracturas en la coalición gobernante, así como las dificultades de su liderazgo para controlar la lucha interna por el poder en la aduana de la elección intermedia.

El mensaje es un llamado, como otras veces, para consolidar su proyecto de 4T, pero ahora el destinatario del apercibimiento es su partido, pues, “aunque el nuevo gobierno pertenezca al mismo movimiento, ya es una visión distinta y más si —toco madera, pero aquí es plástico— hay un retroceso”. En los hechos, sus palabras de cautela implican, por un lado, el reconocimiento de que podría perder el Congreso y, por otro, el temor a un sucesor interno que haga cambios profundos a su legado.

El liderazgo del que se cuelga Morena para arrastrar las candidaturas parece, otra vez, molesto por la descomposición de un partido que —como ya reprendió— “no está a la altura de la transformación”. Morena es un movimiento electoral controlado por “poderes fuertes” que buscan, en los comicios, recoger canicas para jugar en el 2024 en un tablero de intereses fragmentados, pero que no parecen seguir las directrices de los mayores proyectos políticos que López Obrador ha dado muestras claras de querer impulsar, la consulta para el juicio a expresidentes y el revocatorio de mandato. Por eso, en Palacio Nacional crece el temor de que su dirigente, Mario Delgado, extravíe el proyecto.

Los análisis de la elección se enfocan en el efecto de la popularidad de López Obrador sobre los perfiles y campañas de Morena. En las intermedias, tradicionalmente hay una brecha entre el respaldo presidencial y el voto por su partido, que en este caso pude aumentar por la división que encarna Mario Delgado desde el proceso interno para su designación. Esa escalada es la que escapa de las manos a López Obrador desde que marcó distancia y dejó a Morena resolver sola sus conflictos, no obstante que todos acaten su liderazgo.

Éste será también el proceso con más elecciones estatales y la oposición unida en la mitad del territorio contra Morena, aunque debilitada y también fracturada. Pero en Morena las pugnas estallan de estado a estado, en Nuevo León con la candidatura de la alcaldesa expriista de Escobedo, Clara Luz Flores, de Mónica Rangel Martínez en San Luis Potosí o Guerrero, con Salgado Macedonio, impugnado por arrastrar cinco denuncias penales por violación y acoso sexual. La Comisión de Honor y Justicia ya dio entrada a una denuncia contra Delgado por violar sus estatutos en todos estos procesos. Hasta la secretaria general, Citlalli Hernández, le ha reclamado actuación unilateral, en otra muestra clara del choque entre proyectos distintos.

El desaseo y pugnas de las candidaturas expresa la debilidad de la dirigencia, pero, sobre todo, la hora de definiciones para la implantación territorial entre los tres “poderes fuertes” hacia los distintos proyectos hacia la sucesión. Los liderazgos que están desde la fundación en Morena, como Claudia Sheinbaum, ven en Delgado el instrumento de Marcelo Ebrard para hacerse del partido y “restaurar” la forma de hacer política de “pactos” con los partidos del viejo régimen. También buscan asegurar la CDMX con la marginación de otro “hombre fuerte”, Ricardo Monreal, aunque pase por pactar con grupos antagónicos que llegaron del PRD, como Julio César Moreno o René Bejarano.

En una intersección de múltiples intereses, es difícil que Delgado logre mantener la estabilidad de su dirigencia y evitar intervención de intereses ajenos. Por lo pronto, el flanco moral de intelectuales-ideólogos cercano a López Obrador parece meterse a las batallas de las candidaturas por temer que Morena siga las mismas formas que otros partidos de tapar los huecos políticos con cantantes, artistas y comentaristas de TV en las plazas donde podría perder; o que se mantenga el pacto que sostiene a Salgado Macedonio, con un elevado costo para Morena y su líder en Palacio Nacional.