NÚMERO CERO/ EXCELSIOR
La relación prensa y poder en México es compleja. No se puede reducir a formas breves y sencillas del adversario tormentoso o al romance pasajero, que sirven para ganar votos, no para gobernar. Su simplificación, desde el poder, es un pequeño triunfo de la polarización que enfrenta al país detrás de la paz política, porque suministra tensión y orienta el debate público en direcciones contrapuestas. Los ataques verbales a periodistas y medios, como con una pila eléctrica, son maniobra para aumentar la resistencia de circuitos cuando disminuye la corriente de aprobación del gobierno y de López Obrador.
Esta semana abrió un espacio en una mañanera para volver a cargar contra una lista de medios y periodistas, a pesar de su agenda sobrecargada de otras prioridades por la crisis sanitaria y el rápido deterioro de la economía. No obstante, dedicó una larga disertación a descalificar y reclamarles falta de profesionalismo, no sólo por omisión de objetividad sino de ética. Los acusó de no entender la nueva relación con el poder y responder al poder económico por la sequía de publicidad oficial. Lamentó su pérdida de independencia, aunque absolvió a los pocos “que nos defienden”, y cuidó otra vez a medios amigos como TV Azteca, recién apercibida por desautorizar al vocero oficial del COVID-19, López-Gatell. La prensa y el poder han tenido una relación jurada más que jurídica, dominada por reglas no escritas para el intercambio de ventajas mutuas. La política de austeridad y severo recorte de la publicidad oficial, en efecto, ha golpeado duro a la industria mediática, aunque sin modificar la discrecionalidad del viejo modelo de negocios, el cual permite usar recursos públicos para premiar o castigar líneas editoriales como una forma de censura indirecta. El gobierno cada año ha recortado 50% del gasto en publicidad desde 2019 como parte de la crítica al dispendio y excesos del sexenio de Peña Nieto en comunicación social. A eso atribuye la crítica “despiadada” en su contra, a la vez que le sirve para agitar a sus bases contra la corrupción del pasado, aunque poco importe que una comunidad prescinda de información para identificar la mentira.
Otra área de oportunidad para diferenciarse del pasado, aunque mantiene la misma discrecionalidad para apoyar a medios aliados y sancionar a los “conservadores” y “neoliberales” que “mienten” cuando lo critican. Pero nada ha hecho para impulsar una ley de Comunicación Social que transparente la relación y, peor aún, por decreto les devolvió como regalo para atemperar la crisis los impuestos en especie que TV y Radio pagaban al Estado (tiempos fiscales).
Ningún presidente, desde la alternancia, ha renunciado a la caja chica para medios. López Obrador no ha sido excepción, aunque le parezcan menos necesarios para su modelo de comunicación de contacto directo sin intermediarios del micrófono presidencial con el público de las mañaneras y las redes sociales. ¿Por qué, entonces, este nuevo ataque en medio de la emergencia sanitaria y económica?
López Obrador se queja de recibir las mayores críticas de la prensa respecto a administraciones pasadas del PAN y del PRI, y es cierto. Pero las repele como operaciones de acoso y derribo de parte de adversarios. Es cierto que aquí y en cualquier democracia el debate público es teatro de operaciones de la lucha política, pero dista mucho de pensarse que el cuestionamiento al poder, por duro que sea, alberga intenciones golpistas o desestabilizadoras. Menos creíble si ha escogido la confrontación con medios y empresarios para construir enemigos a los que su mayor visibilidad sirva para culpar de los costos de la crisis en su campaña para retener el Congreso en 2018.
Esta forma de tratar a la prensa confirma que el Presidente ha decidido apostar a la polarización con fines electorales y que escoge a periodistas porque su visibilidad pública facilita crear enemigos identificables a los cuales cargar la responsabilidad de la crisis, junto con sus “jefes”, los empresarios. El problema de esa estrategia electoral es conculcar derechos, como reclamó la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, al deplorar los ataques a prensa y medios, que a pesar de ello continuarán…