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Quizá sea una página de lejanas resonancias románticas. Posiblemente el símbolo de un desesperado intento por contener lo incontenible: la quiebra definitiva del equilibrio en el ambiente de la destruida cuenca de México, a lo mejor nada más una maniobra publicitaria del gobierno de la ciudad de México cuya incapacidad en casi todas las áreas es desesperante (no pueden ordenar a los ciclistas ni resolver los agujeros en el suelo), pero al menos la iniciativa para nominar árboles cuya rareza, estatura, edad, fronda o magnificencia les merezca ser inscritos como parte del patrimonio de la ciudad, resulta halagadora.
Todos conocemos el patrimonialismo histórico del más famoso árbol del país, posiblemente sólo seguido por el conjunto de sabinos fundidos del árbol de Santa María del Tule, en Oaxaca, pero ahora me refiero al ahuehuete de la Noche Triste, en Tacuba, cuyo tronco momificado con brazos rotos, ha sido ahora rebautizado como de la Noche Victoriosa, en ese afán imposible de sustituir la palabra conquista por resistencia.
Ya va a usted, a nuestra anterior jefa de gobierno le daba por aquello del indigenismo cuatroteísta con bastones de mando huipiles y ahora ministros togados con tilma en la Suprema Corte de Justicia. Pero no es ese el tema. El tema es otro.
–¿Tiene algún significado más allá de su simbolismo hacer un catálogo de árboles patrimoniales?
Me parece que sí. Lo primero, recordar y enseñar. El mundo natural es la herencia principal de eso llamado (hasta en la simpleza indígena), la Madre Tierra. Y los árboles; fresnos, cedros, chopos, jacarandas, liquidámbares, naranjos, chopos, pinos, abetos, y sauces de añorada belleza y recóndita memoria (“…un sauce de cristal, un chopo de agua…”) son parte viva de ese patrimonio alguna vez abundante y hoy amenazado por todas partes.
La convocatoria para inscribir especies significativas en el catálogo ya dicho –cuya sola existencia debería frenar la voracidad de constructores y “desarrolladores”, capaces de derribar cualquier cosa o ser vivo–, fue expedida a través de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México y tiene una consideración notable:
“Un Árbol Patrimonial –por esa condición intocable–, es un ejemplar arbóreo que, por sus características excepcionales, representa un valor ambiental, histórico, cultural o simbólico para la Ciudad de México”, sin importar su ubicación, pero sí su edad y estatura: 20 metros o más y contar y 100 años o más, con “capacidad para dominar visualmente el paisaje urbano o barrial, fungiendo como referentes geográficos o contribuyendo al carácter escénico del entorno (no respondo por la redacción entre comillas).
Se consideran también otras circunstancias:
“…Vínculo histórico, cultural o simbólico: Se asocian a hechos
relevantes, personajes históricos, relatos orales, celebraciones
tradicionales o prácticas comunitarias; rareza botánica: Pertenecen a especies poco comunes en la ciudad, ya sea por su escasa presencia (¿?), distribución restringida o interés
científico.
“Valor educativo o científico: Poseen un alto potencial para ser
utilizados en procesos de educación ambiental, investigación, o
divulgación del conocimiento ecológico e histórico”.
En la dicha convocatoria para inscribir individuos con estas características se dice también:
“Los árboles son testigos vivos de la historia urbana de la Ciudad de México. Han acompañado el desarrollo de barrios, colonias y pueblos originarios, brindando importantes servicios ambientales como sombra, oxígeno, belleza escénica, refugio para la biodiversidad y una profundo sentido de identidad y pertenencia para quienes habitan la Ciudad de México.
“Reconocerlos y protegerlos es una forma de preservar la memoria viva y el patrimonio natural de nuestra ciudad”.
Hace algunos años, cuando la ciudad recibió un impulso para la siembra arbórea (a fin de cuentas, fue un relativo fracaso porque se escogieron especies inadecuadas al clima), se acuñó una frase publicitaria: “Adopta un árbol”.
Hoy se diría: registra un árbol. ¿Cómo?
“1. Ingresa al portal: www.sedema.cdmx.gob.mx
“2. Llena el formulario de nominación. (Fecha límite de registro: 31 de diciembre de 2025).”
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