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¡Hermano mío! ¿Por qué me has abandonado?

Por esos rumbos de Palenque, a unos pasos de la finca “La Chingada”, el pasado fin de semana se escuchó fuerte el lamento tabasqueño que no borincano, del sociólogos Pío López Obrador, hermano de Su Alteza Serenísima.

¿Será que Andrés Manuel I agarra parejo en eso de desconocer a amigos, parientes y compadres?

A este tipo de personajes, en mi pueblo los llaman desleales y les aplican otros feos adjetivos, aunque apenas del tamaño del comportamiento como ha actuado, en su carrera política, el licenciado presidente.

Jesús Zambrano Grijalva, dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática lo ha referido reiteradamente cuando se le pregunta acerca del talante de Su Alteza Serenísima. Jesús lo sufrió cuando los días de gloria y poder del tabasqueño en las filas perredistas.

No es, por supuesto, una apreciación personal. No. El licenciado Andrés Manuel I ha demostrado públicamente ese proceder. Los casos del doctor Carlos Urzúa Macías y de Julio Scherer Ibarra son ejemplos recientes.

Al doctor Urzúa, el licenciado presidente lo presumió como funcionario ejemplar, antes de ser efímero secretario de Hacienda de su naciente sexenio, entre 2000 y 2003 fue secretario de Finanzas en su administración en el entonces gobierno del Distrito Federal; a Scherer Ibarra lo consideró su hermano y lo dijo públicamente. Caín y Abel.

¿Alguien quiere la declarada y pública amistad de Su Alteza Serenísima? A menos que estén vacunados contra el mal humor de Andrés Manuel I y se mantengan dóciles cuanto miméticos y valemadristas contra los ordenamientos legales, los paisanos Adán Augusto López Hernández, Javier May Rodríguez y Octavio Romero Oropeza, no tendrán problema.

Porque hay quienes, como la sedicente gobernadora de Campeche, Layda Sansores San Román, cuya convicción es que son impunes y las llamadas de atención del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y del Instituto Nacional Electoral, les importan un pito.

Como lo demostró, incluso, el dizque secretario de Gobernación Adán Augusto cuando se refirió a las sanciones del INE y blofeó en términos de que no teme lo destituyan del cargo, porque, incluso, ya va a desaparecer el INE. ¡Sopas!

Pero…

Estábamos con el caso del sociólogo Pío López Obrador, quien fue pillado en 2015 recibiendo fajos, sí, fajos de dinero de parte de David León Romero, entonces operador político del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.

En la entrevista concedida a Mariel Ibarra, reportera de Expansión, Pío López Obrador se queja: “Solo me ha ayudado mi pequeña y verdadera familia”, es decir, su hermano, el dueño del poder en México lo abandonó, lo desconoció olvidándose, de ser así, que él y Martincillo, el otro hermano también pillado recibiendo lana de manos de David León Romero, lo apoyaron como recaudadores de dinero para su causa, es decir, la campaña para llegar a la Presidencia de la República.

¿Desleal hasta con la familia? Pío lo dejó claro en la entrevista concedida a la colega Mariel Ibarra. Y, mire usted, el fin es elemental con esas declaraciones que los clásicos llaman “romper el silencio”, porque si es o no culpable de los cargos que pesan en su contra y si el fiscal Alejandro Gertz Manero no ha querido mover el caso, es asunto de la justicia. Pero el pueblo bueno lo puede perdonar.

Lo cierto es que hay evidencia de la comisión de delitos electorales, tanto de Pio como de Martín Jesús (Martincillo) López Obrador que en 2015 recibió dinero y lo calificó como un préstamo, en tanto Pío asegura que “es más una falta, pero no un delito”.

En serio, en serio, no se ría.

¡Claro!, la autoridad determinará si es o no un delito. Pero la declaración del sociólogo Pío es una ofensa al sentido común, tanto como decir que no sabe cuánto recibió pero, ese dinero se gastó en gasolina y alimentos para quienes apoyaban a su hermano en la campaña por la Presidencia de la República.

¡Caray!, el joven Pío pretende instalarse en la máxima del refrán que reza “lo que en el pobre es borrachera, en el rico es alegría”, porque lo que cometió fue una falta, no un delito.

Pero, ¿será que Su Alteza Serenísima abandonó a su suerte a su hermano Pío, quien es dueño de una finca vecina de La Chingada y dice ser, también, herencia paterna? ¡Vaya riqueza!, de la pareja López-Obrador –con todo respeto, el Duce dixit–.

El caso de Pío, en eso de haber cometido una falta mas no un delito, me recuerda al entonces presidente municipal de San Blas, Nayarit, Hilario “Layín” Ramírez Villanueva, a quien la Global Quality Foundation reconoció como el alcalde del año en 2014 y, en junio de ese, año declaró:

“Me han criticado porque me gusta mucho el dinero. ¿Y a quién no le gusta? (Y también dicen) que le robé a la presidencia. Pues sí le robé, sí le robé, sí le robé, pero poquito, porque estaba bien pobre; fue nomás una rasuradita”. Y no pasó nada. La impunidad plena cobijó a Layín, tanto que en 2017 buscó ser gobernador de Nayarit.

Suele recordarse la advertencia que, en su momento, hizo el entonces presidente José López Portillo, por cuanto al riesgo de que México se convirtiera en un país de cínicos. Hace rato se cumplió el presagio.

Por cierto, ¿de dónde los recursos de Pío?

Una investigación del colega Raúl Olmos y divulgada por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad el 11 de enero de 2021, dio cuenta del contrato asignado, ese lunes 11 de enero, por la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano, por un monto de 89 millones de pesos para renovar el estado del equipo de béisbol Guacamayas de Chiapas, del que, casualmente, es director y fundador Pío López Obrador, quien sostuvo que no veía a su hermano, el licenciado presidente, desde 2018.

Bueno, bueno, tal vez no lo veía ni lo ha visto, pero ha sido beneficiario del poder de su hermano, porque conseguir un apoyo, apoyo que no crédito, por 89 millones de pesos, no es asunto fácil para cualquier hijo de vecino.

¡Híjolas! Qué fea forma de abandonar a su hermano porque, a reserva de lo que usted opine, el licenciado presidente no le habla y lo deja en la orfandad frente a la Fiscalía General de la República que no le resuelve y lo tiene en el limbo jurídico, pero la Sedatu le otorga un apoyo millonario. ¡Recórcholis!

En la entrevista, Pío exige a la FGR investigarlo o cerrar el caso pero, aduce, “estoy absolutamente seguro y cierto que jamás he cometido un delito. Es más una falta, pero no un delito”-

Lo demás tiene matices anecdóticos y de lamento.

Mariel Ibarra recoge la versión de Pío, quien “asegura que ni su hermano el presidente ni alguna otra autoridad le han ayudado a frenar su caso y prueba de ello, insiste, es que tuvo que buscar un amparo para obligar a la FGR a investigar y pronunciarse”.

–¿Ha platicado con su hermano (Andrés Manuel) de los videos?—le preguntó Mariel.

—No, nunca—respondió Pío.

–¿Hace cuánto no habla con él?

—Desde 2018, cuando triunfó nuestro movimiento, acordamos que era mejor mantener distancia.

–Pero de los videos, ¿ni una llamadita?—insistió Mariel.

Nada –respondió Pío–. A mí solo me ha ayudado la Constitución y las leyes, mi abogado y mi pequeña y verdadera familia que es mi esposa y mi hijo, nadie más. ¿Por qué tendría que estar recurriendo a un juez para que la FGR reaccione? Ha sido al contrario, todo ha sido mediático.

¡Caray! Su Alteza Serenísima ni una llamadita a quien le acercó dinero para la causa.

El 9 de julio del año pasado, con el caso de Martincillo, el licenciado presidente se dijo víctima de una campaña negra, pero, sostuvo, “si existen pruebas y hay un delito hay que denunciarlo (…)”.

Y del caso de Pío, en su momento declaró que la revelación de las imágenes era reacción de sus adversarios a su decisión de acabar con la corrupción. Y justificó: “el dinero era la recolección de recursos entre sus conocidos para apoyar el movimiento y realizar asambleas y otras actividades”.

¿Abandonó a sus hermanos? ¿Desleal? Pío reprocha y Su Alteza Serenísima calla. ¿Pío “rompió el silencio” solo para decir que fue una falta, no un delito lo que cometió? ¡Ajá! Digo.

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