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Sin aspavientos rupturistas y con tono aleccionador, sin combatir abiertamente —como recomienda Sun Tzu en El Arte de la Guerra—, la Presidenta ve perder terreno a sus rivales internos y ensanchar su liderazgo político en Morena. Las ostentaciones de riqueza y casos graves de corrupción socaban a liderazgos encumbrados por López Obrador, pero debilitan su movimiento.

El intríngulis de la primera crisis interna importante por las polémicas de viajes y excesos de hombres fuertes de Morena son las interrogantes que plantea. Están en el lente de la opinión pública por imágenes de viajes lujosos y negocios de Andy; afanes de nuevos ricos en busca de estatus y atención del presidente del Congreso, Sergio Gutiérrez Luna, y su esposa envuelta en un caso de abuso de poder en temas sensibles de libertad de expresión; la buena vida de Monreal y graves acusaciones de corrupción contra Adán Augusto.

Para Sheinbaum, por un lado, significa una oportunidad de fortalecer su poder dentro de la 4T con el debilitamiento de sus antagonistas, aunque al costo de una mayor soledad del liderazgo político y profundizar las divisiones. Y por otro, la urgente necesidad de atajar la carrera del éxito, dinero y corrupción, que dan al traste al discurso de regeneración y austeridad, como sucedió a otros partidos de izquierda en América Latina.

En sus primeras reacciones, la Presidenta se ha situado como referente moral y ético para recordar los principios fundacionales de la 4T y exigir ejercer el poder con humildad y sencillez. Como llamados a misa, algunos atenderán y otros no, pero casi nunca alcanzan para corregir el rumbo y mantener la cohesión sin sancionar oportunamente las desviaciones.

Al contrario, la reprimenda suele reblandecer el apoyo y generar esa sensación de aislamiento que experimenta el liderazgo político cuando las rencillas lastran a sus gobiernos o no remueve frutos podridos ni sanciona sus conductas: porque va dejando fuera con quien compartir preocupaciones y operar decisiones complejas; o sostener una imagen pública vulnerable que, por ejemplo, con Trump, pasa por la línea telefónica presidencial, y reduce espacios de reflexión y discusión estratégica en horas graves por los costos de acuerdos de seguridad con EU, al mismo tiempo que la implementación de una profunda reforma del Poder Judicial.

La dificultad y complicación acompaña al debilitamiento de sus antiguos rivales en la sucesión presidencial y hoy líderes en el Congreso, Adán Augusto y Monreal. ¿Cómo resolver el intríngulis? Para seguir con refranes chinos, lo único que no puede hacer es dejar de pedalear porque, como sucede en la bicicleta, te caes. ¿Medidas ejemplares o dejar cavar su tumba con el peso del comportamiento?, como advierte en mensajes oblicuos frente a los escándalos de esos liderazgos heredados del entorno de su antecesor. Pero la respuesta de Sheinbaum tiene más de estratégica que de perorata moral. Por un lado, asumirse como albacea del legado “obradorista” le permite refrendar su afinidad y lealtad con el fundador y única figura indiscutida de la 4T. No creo que nunca haya tenido intención de romper con él. Por el contrario, es su principal asidero para la unidad de su movimiento de cara a la elección intermedia y la revocación de mandato; e incluso para resistir el “fuego amigo” y hasta poder enfrentar al hijo del exmandatario.

Sus pasos en la crisis dan cuentan de que sus principales espalderas son, en lo interno, la apropiación del legado del “obradorismo” como mantra contra el mosaico de intereses de la 4T y amenazas de ruptura. A pesar de las presiones de sus críticos de romper con él como condición para ejercer su enorme poder, aunque se identifique con el mismo proyecto como demuestra la profundización de sus reformas en su gobierno.

Y, por paradójico que parezca, su otro apoyo fundamental son las presiones de Trump, porque le permiten enfrentar las resistencias de sus propias filas a su plan de seguridad; aunque haya roto con la ortodoxia de la anterior estrategia del mismo López Obrador de inacción contra el crimen o por los vínculos de figuras de su partido ligadas a redes de negocios ilícitos, como el huachicol.

Pero del intríngulis lo que no se resuelve fácil es perder la confianza y decepción que deja la ostentación de riqueza y corrupción entre sus filas.