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EL CRISTALAZO

Ahora, cuando el señor presidente de la república desafía lumbalgias y coronarias y con promesa de paso firme se pone al frente de un ejército de feligreses, es tiempo de recordar algunos hechos notables de la historia, cuyo rumbo fue modificado por las caminatas de miles, bajo la guía de uno; del líder, del iluminado cuyo destino es conducir al pueblo, el adalid, o –como decía Lech Walesa–; el macho cabrón al frente de las cabritas y cabritos, porque… porque de nada sirve un líder si no tiene seguidores y en ese sentido debemos recordar, en honor de la justicia, “El éxodo por la democracia” del propio Andrés Manuel quien se la retiró desde las planicies húmedas tabasqueñas hasta esta ciudad, con lo cual comenzó a cimentar su prestigio y también las finanzas del futuro movimiento (contó MEC), cuya realidad hoy lo señala con luces de esplendor, al menos para sus seguidores; pero esos cientos de kilómetros no son nada si recordamos este lindo episodio de la historia, cuando Aníbal cruzó montañas a bordo de un elefante:

“…Nos cuenta Catón (el de a deveras; no AFA), que el elefante que luchó con más valor en el ejército púnico fue Suru. Este intrépido animal tenía una característica muy específica: tenía un colmillo roto, dato que conocemos por los autores antiguos. Probablemente el incisivo lo perdió durante de la balla de Trebia (218 a. C.) o quizás incluso antes, o simplemente carecía de él, algo que es poco extraño entre los elefantes asiáticos.

“Se ha especulado mucho y durante bastante tiempo sobre este fabuloso animal. Sabemos por Polibio que Suru fue el único elefante superviviente de los 37 que llevó Aníbal en su campaña contra Roma, al cruce de los Alpes, a la batalla contra Tiberio y al duro invierno.

“Fue la montura del general cuando perdió el ojo mientras atravesaba las marismas del norte de Italia.

“Convencido por sus generales, se subió a lo alto de su espalda, puesto que, de esta forma, el general, tuerto, podía ver mejor el campo de batalla. Así es como probablemente se convirtió en su animal favorito.

“Fue este acto el que produjo que Suru se convirtiese en uno de los elefantes más famosos de la historia. Sobre el lomo del paquidermo se montó una plataforma o probablemente una torre desde la que Aníbal podía observar las batallas…”

Nuestro general de hombres libres (así le decían a Sandino), no sufre limitaciones de visión periférica pues ambos ojos le funcionan correctamente; no, él no cruzará Los Alpes ni en elefante ni en “Suru” porque ya ni siquiera posee ese auto de tan fonética similitud, porque, ha avanzado en la escala automotriz y ahora tiene un autito de mejor categoría, sin rozar siquiera un exceso de aspiracionismo fifí, propio de racistas y clasistas, esclavizados por el dominio de las marcas.

Pero en eso de las marcas debemos recrdar la más famosa de ellas, el Exodo de los judíos desde Egipto rumbo a la Tierra Prometida (no, Macuspana no; otra, con ríos de leche y miel, sin tamales de chipilín, por ciertio) y cuyo libro es el segundo del Antiguo Testamento:

“ Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues Yahvé os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis leudado. Vosotros salís hoy en el mes de Abib[…] Harás esta celebración en este mes. Siete días comerás pan sin levadura, y el séptimo día será fiesta para Yahvé. Por los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado, ni levadura […].

“Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Yahvé hizo conmigo cuando me sacó de Egipto. Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Yahvé esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Yahveh de Egipto. Por tanto, tú guardarás este rito en su tiempo de año en año ». Éxodo 13:3-10.”

O sea, como ir del Ángel al Zócalo.